Salgo de la mansión para ir a buscar a Adara tal como acordamos. Quedamos en ir a comer a un sitio tranquilo para hablar sobre eso que quiere contarme. La verdad siento curiosidad por esa urgencia, pero no sé de qué puede tratarse.
Paso a recogerla por su casa y no tarda en salir vistiendo casual pero diosa como siempre. Lleva su pelo suelto cayendo en sus caderas, un top sin sujetador con una chaqueta gigante y pantalones anchos a la cadera, la miro y no creo que sea real, porque es tan perfecta.
—¿Vamos? — dice como saludo al subirle al auto a mi lado, me rio y asiento.
Me aseguro por el espejo retrovisor que los escoltas estén en su sitio y sigo mi camino hasta el club de equitación, porque es el único sitio en el que puedo estar cómodo y en privado.
—¿Cómo está Mhia? — pregunta preocupada en el camino, supongo que para cortar el silencio.
—La verdad es que no lo sé — suspiro recordando la última escena de ella antes de regresar —. Pero está en buenas manos, es lo único que sé.
Cruzo para entrar en la autopista de mi pesadillas y siento un escalofrío recorrerme, pero ignoro esa sensación.
—Sabes qué no es tu culpa — se gira para verme y le regreso el gesto por unos segundos, centrándome en conducir —, al menos no del todo.
—Tampoco tienes la culpa del todo — vuelvo a girarme para verla —, siento haberte culpado.
—Tranquilo, yo también me he culpado bastante — se ríe bajito y me siento un poco mal por comportarme así con ella —. ¿A dónde vamos?
—A mi sitio favorito — respondo con una sonrisa.
No dice nada, pero siento su mirada, sé que me está analizando de arriba a abajo y no me molesta para nada. Cruzo un par de veces más entre caminos alternos y la carretera principal, y llegamos antes.
Aparco afuera porque no hay personal que nos atienda hoy, así que voy directo a abrirle la puerta para que baje también. Los escoltas nos siguen segundos después y busco en mis bolsillos las llaves de la puerta principal.
Pero un sonido chirriante me distrae. Me giro sobre mi hombro para ver de dónde viene y tardo en captar la situación. Varias motos se acercan a gran velocidad, pero en vez de seguir el camino general, bajan la velocidad cerca de nosotros, y no es hasta que escucho los disparos que reacciono. Por instinto agarro a Adara y la tiro al suelo protegiéndola de las balas, pero es tarde. Al caer me da una en el brazo izquierdo, pero no me importa, me centro en el líquido caliente que sale del abdomen de la pelirroja, ella se sujeta con las manos pero la sangre sale sin parar.
El enfrentamiento tarda en concluir, ninguno de mis escoltas sale herido, pero ellos le dan de baja a un par y el resto escapan.
—Señor tenemos que llevarlos a un hospital, vamos — dice Ernesto ayudándome a levantarme, pero yo estoy bien, ella no.
—Súbela primero — duda un momento de mi orden, pero al final carga a Adara y la sube en la parte trasera de una de las camionetas —. Vamos vamos.
Ernesto arranca y adelanta a varios autos a toda velocidad, mientras que yo presionó la herida en el abdomen de Adara que se retuerce del dolor. Utilizo su chaqueta para hacer presión y que la sangre deje de salir, pero no funciona.
Siento que mi cabeza bombea a otro nivel, mi corazón late tan fuerte que duele, me cuesta respirar de los nervios, y verla así me sienta peor. Mi herida es superficial, solo fue un roce de una de las balas, pero el de ella no.
—Quiero saber quién coño los mandó — le ordeno a mis escoltas y uno de ellos asiente haciendo una llamada.
Tardamos más de lo que quisiera en llegar al hospital de mi madre, el único en el que no nos harán preguntas sobre lo sucedido. De inmediato se llevan a Adara a quirófano para extraerle la bala y a mí me llevan a cerrarme la herida.
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Vida perfecta (III)
General FictionLibro 3 de la trilogía"Vidas" Dicen que los cambios son buenos, pero no todos te ayudan, algunos sacan lo peor de ti. Ella nos ayudó y a la vez nos transformó. O quizá no fue su culpa, y mi búsqueda de la perfección siempre estuvo, motivada por ese...