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—¿De verdad tienes que viajar? ¿De nuevo?— Luci se queja a mi lado, pasamos el fin de semana juntos en su departamento y ahora que debo irme no quiere.

—Sabes la respuesta — mi tono es bajo, no quiero ser borde o amargado —. No tardaré más de dos días, ya verás.

—¿Van a ir los tres cierto?— no la veo por la oscuridad de la habitación, pero su tono de voz me hace saber que no lo pregunta por simple curiosidad.

—Claro, somos un equipo y es lo que se necesita para sacar los negocios adelante — me levanto de su cama para irme a duchar —. ¿Me acompañas?

No responde, pero siento que se levanta y se pega a mi cuerpo desnuda. Entramos a la ducha juntos y no puedo evitar admirar su piel morena, sus curvas definidas, sus tetas cubiertas por los rizos mojados. Todo en ella dicta deseo, parece de porcelana. Le gusta que la mire, que la desee y que le recuerde que solo me interesa ella. Se gira dándome la espalda y mostrándome sus nalgas, mentiría diciendo que es la típica modelo que no tiene ni tetas ni culo, pero no, ella está muy bien proporcionada y resalta por sus caderas y sus nalgas.

—Sabes que me encantas — dejo besos cortos sobre el espacio entre sus hombros y cuello — ,y que me vuelve loco verte así — sigo un recorrido hasta llegar a su oreja donde muerdo suave —, así que deja de provocarme.

—¿Sientes que te estoy provocando?— gira su cara sobre su hombro y me mira con una sonrisa traviesa —. Mejor dicho, está funcionando.

—¿Necesitas respuesta para lo obvio? — la sujeto del pelo con cuidado y dejo que el agua caiga al suelo porque la pego a mí — ,puedes sentirlo.

Con mi otra mano libre la sujeto de la cintura para pegar su espalda a mi pecho y sus nalgas rozan mi miembro poniéndome más duro. Muero por poseerla hasta que se le quiten esos celos sin sentido, hasta que quede suspirando por mi durante horas y no quiera a nadie más que a mí.

—Eres mía, y solo mía Lucia — advierto con un tono cargado de deseo.

Dejo besos cortos por todo su cuello y espalda, suelto su pelo y sujeto su cuello obligándola a verme. Sé que le gusta que le enseñe lo mucho que la deseo, así que la complazco. Subo mi mano de su cintura hasta sus tetas y las masajeo despacio, pellizcó sus pezones sin lastimarla y recibo un leve jadeo de su parte. Dejo sus pechos y con mi rodilla le abro las piernas para que mi mano pueda tocarla sin trabas.

El agua sigue cayendo, creando eco entre nuestras respiraciones y los pequeños jadeos con mis toques. Me he fijado en lo que le gusta, y en lo que no y lo utilizo cuando quiero hacerla explotar de placer como ahora. Ella sola deja caer su cabeza sobre mi hombro y no me detengo, suelto su cuello y sigo masajeando sus pechos para darle mayor placer. Dejo caricias por su cintura y vuelvo a pellizcar y masajear, hago lo mismo con su culo. La separo un poco y me pongo de lado para poder profundizar más, le doy un par de nalgadas suaves pero que se intensifican por el agua que cae.

—Dime lo que quieres — le susurro en busca de su placer —. Pídeme lo que quieras, que te lo daré.

—Te quiero a ti — responde entre jadeos, su respiración es más fuerte y siento como sus piernas tiemblan un poco —. Dentro.

No espero otra petición más porque no me aguanto, estoy al borde de perder el control y quiero que disfrute tanto que no pueda moverse por el temblor de sus piernas. Sigo tocándola, metiendo y sacando, dando toques fuertes en su punto G que la hacen estremecerse. Pero no la dejo terminar, saco mi mano y la pego contra la pared, no me hace falta abrirle las piernas porque está más que dispuesta, con el culo levantado y las piernas flexionadas, esperando por mí.

Abro la puerta corrediza y agarro un condón del primer cajón, me lo pongo tan rápido que hasta yo me sorprendo. Esta húmeda y dilatada, lista para recibirme y es justo eso lo que le doy.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora