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—¿Cuándo te cansarás de utilizarla?— Camila suspira a mi lado.

Se mueve en su silla incómoda, mira al frente y no sabe disimular el descontento. El área privada del restaurante se vuelve pequeña ante el momento tenso.

Camila y Elisabeth no se ven desde la vez que se encontraron en casa. Luego de eso ella entró en la cárcel por órdenes mías y aunque Lizzy no lo sabe, mi hermana sí.

—Los negocios son los negocios — respondo por fin, al ver a la castaña acercarse —. Ella regresó, yo no la busque.

Se gira para verme y en su rostro veo un tipo de decepción que disimula al escuchar a la chica acercarse. Transforma su mueca en una sonrisa alegre y se levanta para saludar a su antigua compañera de habitación, la única que nunca la juzgo ni se metió en su vida.

—No puedo creer. Cuanto has cambiado — mi hermana casi chilla de la emoción.

Intento no reírme por la hipocresía del momento. Miro a Lizzy desde mi sitio y solo la saludo con una sonrisa, no hace falta más.

—Que bueno verte, tan bien — se sienta en frente de nosotros, apoyando sus manos en la mesa sobre la carpeta que le entregue ayer.

—Estas preciosa, y muy cambiada — mi hermana agarra su mano por encima de la mesa y me mira mal por unos segundos que parecen pasar desapercibidos para ella —. Me alegra verte bien, sana y completa.

—No fue fácil... pero a decir verdad, nunca me pasó nada de otro nivel. Ni peleas, ni enemigas de esas que aparecen en las películas. Todo muy tranquilo.

Camila me mira y esta vez no disimula.

—Al menos eso lo hiciste bien — dice directa.

—Me prometí a mí mismo que no le pasaría nada.

—¿De qué hablan?— pregunta interesada. Más tranquila que ayer.

—Nada, eso no importa ahora — se vuelve a centrar en Elisabeth con una sonrisa de esas que tranquilizan a cualquiera —. Si no estás segura, no tienes por qué firmar. Nicolás lo entenderá y podrás seguir tu vida lejos si así lo prefieres...

—De hecho me gusta la oferta... — me mira y agacha la mirada por inercia —. Estuve leyendo muy bien todo y es surrealista. Jamás encontrare un trabajo así. Con tantas comodidades y facilidad — mira a Camila con una sonrisa triste —. Creo que me lo merezco al pasar la prueba de confianza — cada palabra sale de su boca con un tono triste.

—¿Tienes alguna cosa que preguntar? ¿Algo que quieras agregar a las cláusulas? — pregunto sobre lo que me interesa.

—No, creo que lo tengo todo bastante claro. Las condiciones me parecen adecuadas y la exigencia la necesaria debido a mis ganancias.

—Bien, terminemos con esto. Tenemos un vuelo en una hora — miro mi reloj y me centro en ella que me observa dudosa.

—Voy a necesitar tiempo para acostumbrarme al ritmo de vida que llevan — dice tímida, insegura.

—Lo sé, por eso tendrás a la persona que se encarga de nuestras agendas contigo para explicarte por encima lo que ella sabe — me levanto y mi hermana también.

Salgo sin mirar atrás del restaurante. Sé que me sigue por el sonido de sus pisadas, eso es suficiente.

—¿A dónde vamos ahora?— pregunta llegando a mi lado —. ¿Que harán?

—En el avión te explicamos todo — miro al frente y sin tener que esperar ya nos esperan con las puertas abiertas —. Antes pasaremos a recoger unas cosas.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora