83

2 0 0
                                    

Aunque quise un área más privada para nosotros. Adara no lo permitió. Según ella no hay necesidad de aislarnos cuándo podemos socializar por una vez en mucho tiempo. Acepté para no verla molesta, pero eso no implica que la seguridad seguirá igual. La llamada de Melissa me tiene trastocado, no paro de pensar en las miles de razones por las que quieran buscarla hasta matarla.

—Jade dice que estarán en casa al anochecer — Ernesto me informa sin ser muy obvio y asiento satisfecho —. Igual estaremos atentos.

Le pedí que encontrara más gente de seguridad, y me gusta que lleguen rápido y espero sean eficientes.

Veo a mi diosa entrar al agua hirviendo de las piscinas mientras me siento en el bar a pedir algunas bebidas para ambos. Su escolta la cuida desde una distancia prudente mientras ella conversa con Agnes. Hay bastante gente, pero dispersos por la grandeza del lugar, pero sigue sin gustarme. Mientras espero las bebidas veo el entorno, Ernesto igual que yo, sabe las posibilidades y nos encargamos de que no suceda nada.

—Aquí tiene, dos margaritas — me entrega dos copas y me giro para agarrarlas.

Al volver a mirar al frente, me encuentro con una situación muy extraña, que por supuesto no me gusta, pero por la tranquilidad de ella permanezco alejado.

ADARA

Siento que cada minuto es mejor que el anterior, en general nunca me había sentido tan viva y feliz al mismo tiempo. No recordaba la última vez que sonreí de verdad durante tantas horas seguidas, la última vez que me comporté como una niña encantada de ir a un lugar, creo que perdí la cuenta de cuando fue esa vez. Cuando era aún una niña inocente supongo.

—De verdad lo digo, he visto muchas parejas pasear por estas islas, ninguna se había visto tan real — Agnes me mira de reojo y se centra en las preciosas vistas —. Se ve que te quiere mucho.

—Es el mejor chico que pude encontrar — admito con una sonrisa boba.

—Cuando los vi llegar creí que estaba en una película — se ríe apenada y me mira con los ojos achinados —. Los dos parecen sacados de un cuento.

—Uno de terror podría ser — bromeo entre verdades y se ríe abiertamente al escucharme.

—No, de verdad. Él parece el típico chico que te deja sin estabilidad emocional y acaba con tu salud mental pero que te folla demasiado bien como para dejarlo — habla con mucha confianza y me rio para disimular que en parte tiene razón —. Y tú pareces una muñeca de porcelana, perfectamente proporcional, con todo a medida y un aura de seguridad impresionante. Sería en un libro la chica que todos quieren, que hace deporte y es la reina del instituto.

—Ojalá fuera eso — admito sin borrar la sonrisa para que no note lo que me afectaron sus palabras.

—¿Me dirás que me equivoqué en todo?— alza las cejas divertida y niego riendo —. Además, es obvio que ambos tienen mucho dinero, otro punto más para parecer de mentira.

—Supongo que no somos los primeros adinerados en un sitio así — comento más seria, quizá pensativa por todo.

—No, pero sí los más jóvenes que he visto — deja de mirarme y se centra en alguien detrás de mí —. Ese chico no para de mirarte, parece que te conoce.

Me giro para ver de quien habla, y todo se congela al observar a quien menos esperaba encontrarme. Abre los ojos bastante al verme bien y se acerca con una sonrisa gigantesca, seguro de sí mismo como lo recuerdo.

Max es de mi altura, pero por todo el ejercicio que hace su cuerpo es mucho más ancho y musculoso. Tiene un bronceado que indica que lleva muchos días al sol y su pelo negro va en conjunto con sus ojos oscuros y esa sonrisa de lado que antes me encantaba. Llega a mi lado y me extiende su mano sin borrar esa sonrisa que ahora mismo me produce asco, pero a la vez nostalgia.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora