94

1 0 0
                                    

No suele importarme nada, pocas cosas logran desestabilizar mi mente y hacerme cuestionar sobre si lo que hago es lo necesario, correcto nunca va a ser.

No me sorprendió que estuvieran todos en el restaurante al llegar, ni la intención clara de festejar mi cumpleaños aunque fuera de esta forma. Lo que sí me sorprendió, y mucho, es la actitud que tomó Adara. Todo estaba perfecto, ella relucía con mucha emoción, hasta que preguntó.

No le hubiera tomado tanta importancia de no ser por su respuesta ante la foto. A pesar de tener una sonrisa y hablar con normalidad, sus palabras estaban cargadas de sarcasmo y reproche.

—¿Qué hiciste ahora?— pregunta Tiago sentándose a mi lado.

Observo a todos conversando, pero no estoy presente, mi cabeza no para de dar mil vueltas.

—Nada — respondo sincero, se ríe y me giro a verlo —¿Qué?

—¿No será eso justo lo que hiciste?— pregunta relajado, burlándose de mí —. Nada.

—Yo que se. No entiendo nada.

—¿Se lo preguntaste?— cuestiona mirando al frente.

—Me parece que sí le pregunto algo ahora, me partirá la cara — respondo serio —, no quiero eso el día de mi cumpleaños.

—Chicos vamos, Camila debe ir a prepararse — llega Mhia riendo y dando saltos.

Nos levantamos y seguimos al resto fuera del restaurante. Cada quien toma un camino diferente, y nosotros cuatro subimos a la camioneta para ir al hotel juntos. El silencio es incómodo, es notable, y sigo sin entenderlo.

El camino se me hace infinito por la tensión, pero parece que soy el único en notarlo. Llegamos y la primera en bajar es ella, con su falda blanca que por poco muestra de más y su bolso pequeño en la mano, moviendo sus caderas con soltura a la vez que su pelo largo roza sus nalgas. No mira hacia atrás, solo sigue su rumbo.

—Iré a vestirme en tu habitación — le dice a Mhia y ella asiente feliz —, ahora voy.

Mhia se va por la dirección de su habitación al igual que mi primo y nosotros seguimos hasta la nuestra. Entra y va directo al armario donde reposa el traje que eligió para hoy, busca cosas en el baño y sale con un maletín. La observo desde la puerta, sin hablar, esperando alguna reacción de su parte que me permita acercarme sin que me parta la nariz.

Pero no habla, no me mira, nada. Es desesperante no saber lo que hice. Entiendo que la discusión fue con fundamento y confusa en cierta medida, pero, ¿por qué ignorarme?

—¿Vas a estar molesta todo el día?— me atrevo a preguntar, sin separarme de la puerta.

—No estoy molesta — dice en voz baja, pero seria.

—¿Entonces por qué ignorarme?— pregunto directo.

Levanta la mirada y se ríe sarcástica, niega con la cabeza y sigue en lo suyo.

—Intento mantener la calma porque es tu cumpleaños, iremos junto a tus amigos de nuevo, en público odio las escenas y no es el momento adecuado — se sienta recta y me mira con mucha intensidad, me señala con su dedo índice y suelta cada palabra con seriedad —, pero deja de fingir que no entiendes mi molestia cuando es obvio, te lo dejé claro hace un rato, y como siempre, nada te importa.

—Tu me importas — aclaro antes de que siga con su ataque.

—¿Si?— se vuelve a reír sarcástica, pero las lágrimas nublan sus ojos —. Vaya manera de demostrarlo.

—¿De verdad dudas de eso?— pregunto incrédulo, perdiendo la calma —. ¿Solo porque la estupida gente no sabe que eres mía?

—Para ser tan inteligente, actúas como un idiota — es lo único que responde. Recoge sus cosas del todo y se acerca a mí dispuesta a irse —. No se trata de la gente, sino de la importancia que le das tú a lo que yo siento, porque a diferencia de ti Nicolás, yo si lo hago.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora