Capítulo 19

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Escalera de color

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William llegó a la fiesta cuando ya tenía tiempo de haber comenzado. Fue el único en ir del palacio Surwhich, a pesar de que los demás habían recibido una invitación. Adrien y Sarah decidieron no asistir, hecho que no le no sorprendió a William, ya que a sus hermanos no les gustaban mucho las reuniones sociales de la marquesa Elroy Renaldi.

—¡Oh, William, ven aquí! —La marquesa gritó cuando lo vio.

William se abrió paso a través de la multitud de asistentes a la fiesta, mostró una sonrisa cuando reconoció el anhelo en los ojos de la mujer.

—Hoy, por favor, no causes ningún problema, sé lo pícaro que eres —Elroy le dio a William un guiño juguetón—. Espero que estés a la altura de mis expectativas.

William asintió y le devolvió una sonrisa juguetona. Si había alguien que quería que la fiesta terminara a "salvo", era la marquesa Renaldi, la anfitriona de la reunión.

La marquesa fue atraída por otros recién llegados antes de que William quedara atrapado en una charla ociosa. Se ubicó en la mesa del buffet y escudriñó los rostros en la habitación. Eran caras familiares que siempre aparecían para animar todas las reuniones sociales.

William captó la suave y cálida sonrisa de Candy entre una multitud de jóvenes que competían por su atención. Lady White estaba de pie junto a la ventana en la esquina de la habitación, sin duda tratando de evitar a los jóvenes pretendientes. Parecían acudir en masa para tratar de entablar una conversación. Los pobres tontos no pudieron ganar, ya que la postura defensiva de Candy los despidió y ellos se escabulleron con el rabo entre las piCandys para lamer sus egos heridos.

Mordisqueó una bola de hojaldre con queso cuando un grupo de mujeres se interpuso entre él y su vista de Candy.

—¿Sabías que Olivia también está en la fiesta? —dijo una de ellas.

Él se esforzó por mostrar una sonrisa cortés, mientras trataba de ver a Candy por sobre los sombreros llenos de plumas.

—Escuché que ella te ha perdonado, así que deberías ir y saludarla —agregó otra.

—Sí, sí, ustedes dos realmente deberían volver a estar juntos, aprovecha antes de que ella vuelva en sí.

Eran como abejas en una colmena que se alimentaban de chismes y rumores.

—Escucha hijo, la juventud puede parecer etCandy, pero una mañana te despertarás y te darás cuenta de que eres un anciano de cabello gris y piel arrugada. Aprovecha el momento —dijo la reina de la colmena señalando a Olivia, luego le dio un suave empujón en su dirección.

En ese momento el mayor regalo de William era su paciencia. Sonrió y asintió con la cabeza mientras la señora le daba consejos sobre lo que debía y no debía hacer. Esa paciencia fue lo único bueno que le dejó un divorcio tumultuoso.

Eventualmente, las mujeres pasaron a su próxima presa cuando se dieron cuenta de que no lograrían nada con él. Finalmente libre, caminó hacia la esquina de la habitación.

«Mi escalera de color.»

Era la mano que tenía aquel día antes de que Stear convirtiera el juego en una apuesta. Por su puesto ella se había convertido en la escalera de color que tenía que recuperar, pero antes tenía que resolver la deuda del trofeo robado.

FLOR VENDIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora