Capítulo 60

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Una mujer así

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—Al príncipe le da vergüenza sacarla.

—Ella se lo merece, es una vergüenza para Fairsfren como para ser vista en Massvrill.

A medida que se pronunciaba cada palabra, el sonido de la risa crecía.

Candy había estado caminando por el paseo que rodeaba la parte trasera de la mansión. Se detuvo para disfrutar de la sombra de un árbol. Lisa también estaba con ella.

La conversación de las dos doncellas llegó hasta ella. Palabras que compadecían al príncipe, quien se vio obligado a recorrer a Massvrill solo, porque la princesa era tan inútil que no podía ser vista en público.

—Esas estúpidas. —dijo Lisa mientras intentaba acercarse a las murmuradoras.

Candy la agarró de la muñeca para detenerla. Miró a Lisa y negó con la cabeza. La falta de respeto era incomprensible, Lisa no pudo resistirse, había que hacer algo, pero Candy la miró con súplicas lastimeras.

Mientras las criadas charlaban, Candy y Lisa permanecieron escondidas detrás del árbol. Lisa estaba hirviendo de rabia, pero Candy se mantuvo tranquila. Los días de la luna de miel avanzaban y Lisa se estaba molestando por ello. Candy llevaba varios días sola en palacio, esperando a su marido sin saber cuándo regresaría. Esa era su rutina diaria. No había reuniones a las que pudiera asistir ni eventos de los que tuviera que ser embajadora. Pasaba sus días caminando sola o con Lisa. Era injusto que ahora también tuviera que aguantar la falta de respeto de las criadas.

Mientras Lisa pensaba en cuánto odiaba al incomprensible príncipe, las otras sirvientas se marcharon. Sólo entonces Candy soltó su muñeca.

—Mira —susurró Candy como si tuviera un gran secreto que contar y señaló hacia arriba.

Cuando Lisa miró y perdió toda su ira. Había una ardilla de mejillas gordas mirándolos desde la rama del árbol.

—Que ternura —dijo Lisa.

La ardilla se asustó y corrió hacia el árbol.

Candy se alejó del bosque de arces. Lisa pudo ver que los ojos muy abiertos revelaban enrojecimiento y que las manos le temblaban ligeramente. Había tantas cosas que Lisa quería decir para consolarla, pero no tenía las palabras. Afortunadamente, el desánimo de Candy no duró mucho y siguió avanzando por el camino cubierto de hojas rojas.

Pasaron junto al banco donde se habían sentado las criadas chismosas. Lisa miró brevemente el lugar, antes de perseguir a Candy sin decir una palabra. El día de finales de otoño era corto y el sol ya proyectaba largas sombras. El cielo estaba teñido de un rojo sangriento.


***

—Gracias, hoy estoy en deuda contigo —dijo Candy cerrando el libro con una sonrisa.

—No, alteza, solo estoy haciendo mi trabajo —respondió Karen.

Fue una respuesta muy insulsa y formal. Definitivamente era una actitud muy diferente a cuando le habló a la tan elogiada princesa Olivia, quien era, sin duda, la princesa perfecta.

—Haré que le preparen el baño, alteza. —Karen salió y dejó a Candy sola.

Habían pasado diez días desde que llegaron a Massvrill y sólo tres de ellos pudo cenar con su marido. Fue una suerte que hoy supiera que William llegaría tarde a casa. No tendría que soportar la vergüenza de perder horas esperando a que él regresara.

FLOR VENDIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora