FLOR VENDIDA

Capítulo 28

El personaje principal del festival

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Lisa transitó incansablemente por el camino que rodeaba la parte trasera de la mansión. El vizconde y su esposa regresarían pronto y si Candy no estaba en la mansión...

Se estremeció ante la idea. Esperaba que su señora no fuera castigada por su error. Pero ¿Qué podía hacer ella? No podía ocultarle la carta de la reina. Si Candy no se presentaba en el palacio, sería desacato, entonces el problema sería mayor.

La agitación que se arremolinaba dentro de Lisa la hizo sentir que algo siniestro estaba a punto de descender sobre ella y no podía detenerlo. La irritabilidad la tenía caminando de un lado a otro por el mismo lugar. Cuando recibió el mensaje de que alguien estaba buscando a la doncella de Lady White, pensó que iba a ser otro apuesto joven con una carta de emociones sentidas y un ramo excesivamente elaborado. Lo que encontró fue un carruaje elegante, con un lacayo de rostro severo esperando al pie del escalón.

—La reina ha solicitado la presencia de Lady White —dijo el hombre.

Lisa no supo qué decir, solo corrió directamente hacia Candy con el mensaje. Lo siguiente que vio fue a Candy saliendo de la mansión, subiendo al carruaje y desapareciendo en el camino. Todo sucedió tan rápido que no tuvo tiempo de procesar nada.

Debió haberlos seguido, o tal vez incluso convencer a Candy de que la llevara al palacio con ella, pero no lo hizo, solo se paró en la acera y los vio irse. Su interior hervía de frustración. No podía manejar la ansiedad que la retorcía. Se sentía como el juguete de un niño al que le habían dado demasiada cuerda. El estrés de estar en esa posición era agotador. Dio un suspiro y se sentó en la acera.

Sus nervios se dispararon cuando escuchó el clip clop y el traqueteo de las ruedas de un carruaje. Al principio estaba eufórica, pensando que finalmente su señora había regresado del palacio, pero en medio de eso un temor surgió ¿y si el vizconde ya había regresado?

El alivio la inundó cuando vio que el mismo carruaje en el que había partido Candy, tobalaba la esquina.

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Candy miró fijamente el escritorio, con la mente lejana. El sonido de las tijeras era una nota hipnótica que la distraía de casi todo. Dejó las tijeras y trató de recordar qué flor estaba haciendo.

—¡Ah! Rosa —susurró.

Se masajeó las manos doloridas y las articulaciones palpitantes. Una pérgola cubierta de enredaderas con rosas en flor, una mesa cubierta con mantel de encaje blanco, hermosas cerámicas y el sonido de las gaviotas a lo lejos. El recuerdo vino a ella de repente.

¿Qué diría su abuela si supiera que su nieta se había reunido con la reina? o más bien, ¿qué pensaría su abuela cuando supiera la razón por la qué Candy se había reunido con la reina?

El impulso de escribirle a su abuela pronto se desvaneció. Se desmayaría al enterarse de que se había reunido con la reina para explicarle el escándalo entre ella y el príncipe William.

El dolor en sus manos no disminuyó, por lo que Candy decidió que probablemente era un buen momento para detenerse. Se puso de pie para inclinarse y abrir la ventana. La brisa fresca de la noche le erizó la piel y ella ató un chal sobre su camisón. Todo le parecía un sueño mientras se apoyaba en el alféizar de la ventana y miraba hacia el oscuro jardín.