Capítulo 17

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Deuda

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La carta de Abel, que Candy había estado esperando durante los últimos días, finalmente llegó al tercer día de su larga espera. Afortunadamente, el vizconde White y su esposa no estaban en la mansión en ese momento.

Lisa había recibido la carta de la mano de un mensajero y corrió escaleras arriba cuando vio de quién era, sin embargo, cuando llegó a la habitación de Candy no recibió respuesta, así que entró sin permiso abriendo la puerta con sigilo. Candy, que estaba concentrada trabajando frente al escritorio, se puso de pie rápidamente ante el repentino ruido de la puerta abriéndose. La rosa artificial, que había estado haciendo desde la mañana, aún estaba sin terminar. El hecho de no haber podido terminar ni una sola flor extrañó a Lisa.

—¡La carta que estaba esperando finalmente ha llegado! Es una carta del señor Abel Lore.

Lisa puso la carta directamente en la mano de su señorita, que actuaba como una niña que había sido sorprendida haciendo alguna travesura. En el momento en que escuchó las palabras de su doncella, Candy inmediatamente recuperó su brillante sonrisa.

—Tiene que responder ahora, señorita.

A instancias de Lisa, sus ojos se abrieron como platos.

—¿Ahora mismo?

—Sí. El mensajero que trajo esta carta está esperando en el patio trasero, dice que el señor Lore quiere obtener una respuesta de usted de inmediato.

Preocupada por las palabras inesperadas de su doncella, Candy miró la carta en su mano una vez más. Se trataba de una invitación de Abel para dar un paseo juntos por la orilla del río esa noche.

Rápidamente se sentó en su escritorio y decidió escribir su respuesta. En un apuro, unas gotas de tinta terminaron goteando en el papel, pero no hubo tiempo para que ella tomara un papel limpio y escribiera su respuesta nuevamente.

Lisa recibió la carta con el sello de cera aún caliente y salió de la habitación a toda prisa. Después de que el sonido de sus pasos se alejara por el pasillo, Candy finalmente dejó escapar el suspiro que había contenido.

«Finalmente veré a Abel esta noche.»

Tan pronto como pensó en el deseado encuentro, la frustración se instaló en su corazón. No podía contarle a nadie lo que había pasado entre ella y el príncipe, ni siquiera a Abel. Lo sucedido fue tan absurdo que temía que si alguien lo sabía podría causar un malentendido de inmediato. Él no solo había tomado su muñeca, todo su cuerpo había terminado atrapado debajo del hombre que detestaba, y lo peor fue cuando sintió sus labios rozandole el cuello. Si su abuela llegara a saber que fue parte de un acto tan inmoral, seguramente se desmayaría por el shock.

Candy se llevó las manos al cuello por enésima vez; habían marcas rojas debido al roce habitual de sus propios dedos. Cuanto más intentaba borrar ese recuerdo, más claro se volvía. Su respiración irregular... la sensación de su aliento cálido y húmedo contra su piel... y el peso de su cuerpo grande y firme que la hacía sentir intimidada. Podía recordar todo eso tan claramente.

—Es un... hombre venenoso.

Recordando la advertencia de Lisa, exhaló con molestia. Sí, él era como el fruto venenoso de un huerto, apetitoso y colorido, pero lleno de la sustancia más tóxica. Ah, cómo fue que la vida la llevó a tener tan cerca la cara de ese hombre feo. Como si intentara borrarlo de su memoria, cerró los ojos con fuerza.

FLOR VENDIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora