Capítulo 2

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Amor fati

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El tren con destino a Surwhich llegó a la estación justo cuando asomaban los primeros rayos del sol. La mañana se fue haciendo más clara mientras Candy se hallaba de pie en la plataforma, rígida como un palo. Los pocos pasajeros comenzaron a subir apresurados, pero ella permaneció con los pies pegados al suelo, pensando en el destino que le esperaba.

—Disculpe, señorita, ¿no va a subirse?

—¡Ah, sí!

La repentina pregunta del jefe de la estación la despertó, tomó su equipaje con manos temblorosas y caminó hacia el carruaje después de mirar ansiosamente a su alrededor.

«Estoy segura de que ya recibió mi carta», pensó Candy mientras sus ojos se profundizaban al recordar lo que había hecho.

No se atrevió a contarle a su abuela sobre sus planes de reunirse con su padre. Conocía lo testaruda que era la baronesa Lanyer, seguramente prefería quedarse sin dinero antes que pedirle ayuda a su yerno. Después de pensarlo con calma, Candy decidió dejar una carta donde le explicaba a su abuela la situación y se marchó en silencio.

«Padre...»

Al decir aquella palabra se sintió extraña. La última vez que lo había visto, fue en el funeral de su madre y ya habían pasado casi once años desde entonces. Sabía que no eran cercanos, no, su relación era incluso peor que eso; pero por ahora su padre era la última esperanza. Tal vez una puerta cerrada sería la única respuesta que él le daría, sin embargo, estaba dispuesta a enfrentar cualquier humillación.

Con renovado vigor, agarró su equipaje y respiró hondo. Levantó la cabeza y observó el tren frente a sus ojos. El enorme trozo de hierro negro brillaba magestuaso bajo el sol de la mañana.

—¡Oye, niña! no voy a esperarte todo el día.

——¡Lo siento! ¡Abordaré! ¡Subiré al tren! —dijo ella dejando atrás el pesimismo, sacudió la cabeza y emprendió pasos mientras sus verdes ojos brillaban esperanzados.

Amor fati: Amar el destino.

Con pasos temblorosos, recordó esa frase; que era el lema de su vida como si se tratara de un libro. Al mundo no le importa la desgracia de nadie, por lo que la vida debe ser controlada usando las fuerzas propias. Para vivir así, se debe tener la capacidad de aceptar todo lo que la vida tiene para ofrecer con positividad, pues de nada servirá hundirse en la autocompasión. Trabajar duro y dar lo mejor de sí misma con una perspectiva positiva era mucho mejor que renunciar y darse por vencida.

Incluso si su destino era el aferrarse a una mínima esperanza, Candy tenía la intención de aceptarlo. ¿Acaso no era Elyan White el padre de Candice White?, cualquier hombre tendría que tener la mínima responsabilidad por sus hijos, y aunque Elyan descuidó esos deberes y responsabilidades durante tanto tiempo, al final todavía tenía que cumplir con ellas. Esta era la oportunidad para reponer el error y tomar las riendas.

Dejando atrás el rostro feroz del jefe de la estación, se apresuró a subir al tren. El rápido movimiento hizo que el dobladillo de su fino vestido floral de muselina revoloteara como una flor que se abre en primavera. Después de dejar su ciudad natal de la mano de su madre, Candy finalmente regresaba a casa. Su largo viaje finalmente comienza; si sería un final feliz o una tragedia, nadie lo sabía.

FLOR VENDIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora