Palabras románticas
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Candy estuvo en cama durante tres días. Cuando pudo levantarse, sólo pudo llegar hasta la mesa del desayuno.
—Afortunadamente no te has convertido en el fantasma de la gran duquesa de Fairsfren —bromeó William.
Candy se ajustó la ropa. Llevaba un chal sobre su vestido, estaba bordado con varias flores. Su cabello estaba trenzado y recogido con una cinta rosa. Habló menos de lo habitual en el desayuno, para deleite de William, y aunque encontró la energía para ir a la mesa, todavía estaba demacrada.
—¿Volverás a llegar tarde hoy? —preguntó ella.
Dejando la taza de té que había estado sosteniendo durante mucho tiempo, miró a su marido, que había terminado su desayuno hacía un rato. William estaba a punto de levantarse, pero decidió volver a sentarse y se reclinó.
—¿Qué estás pensando, Candy? —preguntó con calma.
—¿Para qué te lo diría? simplemente lo olvidarías.
—Eso es... —William hizo una pausa al notar la sonrisa en el rostro de Candy—, ¿crees que ahora es el momento de bromear sobre esos asuntos?
—Por supuesto, lo diría más elegantemente, pero...
—¿Pero?
—Pero sólo me siento bien cuando me escuchas.
La expresión de Candy era seria. Parecía que William estaba condenado después de la forma en que trató a Candy, no fue una condena injusta.
—Entonces, ¿por qué no lo dices de una manera elegante?
William le guiñó un ojo al asistente que entró en la habitación para anunciar que su carruaje estaba listo. Era una cita a la que no podía faltar, aunque los noble de Felia tenía mal genio, no irían a la guerra porque los hicieron esperar un par de minutos.
—Te escucharé Candy —dijo William en voz baja.
Candy todavía estaba reuniendo el coraje para decir lo que pensaba.
—Sólo quiero cenar contigo, si tienes tiempo —la confianza que finalmente encontró se vio socavada por su voz ronca, que hizo añicos la elegancia de las palabras.
—Lo haré —estuvo de acuerdo William, después de pensar por un segundo. No tenía otras reuniones programadas para ese día.
—¿Puedes mirarme a los ojos y decir eso? —pidio Candy, toda noción de alegría había desaparecido de ella y miró a William con una mirada severa.
Él la miró directamente a los ojos y repitió lo que había dicho. Satisfecha, ella sonrió aliviada.
—¿Qué tal mañana? Me gustaría viajar contigo —dijo Candy tentando suerte.
—No, no quiero —William pudo ver que ella aún no estaba en condiciones de viajar.
Candy parecía como si le hubieran dado una bofetada en la mejilla inesperadamente. Todas sus aspiraciones de repente se estrellaron contra el suelo.
—¿Dijiste que me escucharías?
—Te escuché y dije que no.
—¿Estás tratando de burlarte de mí tratándome como a una niña?

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FLOR VENDIDA
RomanceLady Candice es lanzada al mercado matrimonial tras ser engañada con la promesa de que si accedía a ser una debutante, podría conservar la propiedad de sus abuelos, los barones de Lanyer, quienes estaban en una precaria situación financiera. El prí...