Señorita en apuros
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Candy salió corriendo del salón de banquetes y atravesó el interminable pasillo. Suspiró aliviada cuando llegó al salón contiguo y lo encontró vacío. Se sentó con cautela en el extremo del sofá y miró el reloj. Era casi medianoche, pero la fiesta no daba señales de terminar.
Volvió a suspirar, esta vez pensando en aquel que se atrevió a acusarla de ser una ladrona. Había bailado con el príncipe y tuvo que soportar las miradas afiladas que la rodeaban. El día había sido agotador, pero lo que terminó por volverla loca fue la insistencia del hijo de la familia Heinz.
Connor Heinz, así se llamó a sí mismo cuando lo conoció. El hombre parecía estar en todas partes, sin importar cuánto intentara escapar. Sus primeras peticiones habían sido educadas, pero cada vez que ella lo rechazaba, él se volvía más y más autoritario.
Candy se las había arreglado para salir silenciosamente del salón de banquetes, y ahora planeaba esconderse ahí hasta que terminara la fiesta. Pero justo cuando había hallado la anhelada tranquilidad, una sombra cruzó la entrada.
—¡Me preguntaba a dónde iba con tanta prisa! ¡Me alegra haberla encontrado, señorita White! —Connor Heinz se acercó con sarcasmo malicioso al sofá donde estaba sentada Candy.
Ella reajustó sus zapatos y se puso de pie de un salto, una sensación de miedo la recorrió. El hombre olía mucho a licor.
—¿Tiene una cita aquí con el gran duque? —dijo él con burla.
—Déjeme en paz, señor Heinz.
—No. —La mano de Heinz salió disparada y agarró a Candy de la muñeca antes de que ella pudiera evitarlo—. ¿Son los hombres payasos para usted, eh? —preguntó.
—¡Suelte mi mano! ¡¿Está loco?!
—Estúpida mujer. Es inútil que persigas al príncipe. Será mejor que me muestres un poco de dulzura. Yo podría comprarte en lugar de ese anciano.
—No sé de qué está hablando. ¡Suelte mi mano!
—¿No sabe? —Por un segundo, Connor dejó caer su tono sarcástico—. Su padre pretende venderla a cualquiera que ofrezca un montón de dinero. Si ofrezco un centavo más que el viejo, será mía, señorita White. ¿Todavía cree que puede rechazarme?
—¿Qué? ¿Cómo puede... decir...?
Connor Heinz tiró de Candy más cerca de él, murmuraba cosas sin sentido mientras una sombra cubría su rostro. Cuando su cuerpo tocó su pecho, Candy comenzó a gritar y forcejear. Sorprendido por la resistencia de ella, el agarre de Connor se aflojó.
—¡Ja! De verdad, eres una mujer... —comentó al verla correr hacia el otro extremo de la habitación.
Candy miró por la ventana con ojos asustados. El hombre estaba entre ella y la salida, y sabía que no podía vencerlo en una pelea física. La ventana era su única esperanza. Apoyó ambas manos en el alféizar, pero al mirar hacia abajo se aterrorizó. Con lágrimas en los ojos trató de reunir valor, pero ya era demasiado tarde. Heinz la agarró por detrás.
El grito desesperado de una mujer detuvo los pasos de William. El sonido provenía claramente del final del corredor que conducía al lado este de la mansión. No era un lugar donde se reunirían los invitados a la fiesta.

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FLOR VENDIDA
RomansaLady Candice es lanzada al mercado matrimonial tras ser engañada con la promesa de que si accedía a ser una debutante, podría conservar la propiedad de sus abuelos, los barones de Lanyer, quienes estaban en una precaria situación financiera. El prí...