El ganador de trofeos
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Una hermosa hada que se perdió en el mundo de los mortales estaba parada en medio de la sala de exhibición. Impresionantes obras de arte adornaban su entorno, pero la mirada de ella solo estaba en sus manos entrelazadas. Los ojos de los invitados, que fingían apreciar las pinturas, la miraban en secreto con desdeñosa curiosidad.
Abel, que acababa de entrar al salón, terminó deteniéndose en seco cuando vio a la bella dama. Sintió una extraña sensación de déja vu y no pudo evitar relacionarla con alguien familiar. Una cabellera larga y rubia, cuerpo pequeño, piel blanca pálida y ojos verde claro...
—¿Candy?
Incluso cuando pronunció con cuidado el nombre que le era querido, Abel aún no estaba convencido. Se sorprendió cuando hizo contacto visual con la dama que levantó la cabeza.
—¡Abel!
Una brillante sonrisa apareció en el rostro de Candy mientras lo miraba con incredulidad. En un instante, la atención de todos los invitados se centró en ellos, pero ella no pareció ser consciente de ello. Le pidió permiso al director del centro de artes, luego se acercó a toda prisa a Candy y la saludó respetuosamente con la cortesía propia que merecía una joven de familia noble.
—Ha pasado un tiempo, señorita White.
Abel envió una mirada secreta a Candy, quien tenía una expresión de perplejidad en su rostro. Había demasiados ojos a su alrededor, no había necesidad de arrojar demasiada información sobre su relación en ese lugar.
Ella lo miró con los ojos entrecerrados y tardíamente asintió con un pequeño suspiro después de entender el mensaje. La atención de todos en esta sala de exhibición todavía estaba enfocada en ellos dos.
—¡Ah, sí! Ha pasado un tiempo, señor Lore.
Siguió el guión actoral de Abel, sin embargo, incluso en este momento incómodo, sus ojos todavía estaban llenos de una alegría que no podía ocultar.
«Supongo que no está bien que nos mostremos tan amigables frente a esta gente que todo lo malinterpreta...»
La evidente felicidad que ella y su amigo compartían por su inesperado reencuentro borró el disgusto que había dejado el malvado príncipe. Todo lo que quedaba ahora era la mirada dulce de Abel. Tenerlo frente ella la hizo ser consciente de lo solitaria que se había sentido desde que llegó a esa ciudad.
—Fue agradable volver verte. Esperaré un próximo encuentro —susurró Abel antes de darse la vuelta para volver junto al director —Te contactaré —aGeorgeó mostrando una amplia sonrisa que realzaba sus perfectas facciones masculinas.
Era la sonrisa de su amigo, Abel Lore, esa que recordaba con cariño. Ella frunció los labios para evitar pronunciar descuidadamente palabras que pudieran sacarse de contexto y, en cambio, respondió con un pequeño movimiento de cabeza.
Abel, después de enviar una sonrisa una vez más, regresó con el anciano caballero que lo estaba esperando. El director del instituto de arte, quien introdujo a Abel en la nobleza, mostraba un evidente orgullo por su alumno.
Candy salió en silencio de la sala de exposiciones mostrando una sonrisa brillante. Admitió para sí misma que estaba algo decepcionada de que el encuentro haya sido tan fugaz, pero sin duda alguna aquello mejoró sus ánimos, sobre todo al recordar la promesa que le dejó Abel. Pronto se volverían a encontrar, y había muchas cosas que quería decirle.

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FLOR VENDIDA
RomanceLady Candice es lanzada al mercado matrimonial tras ser engañada con la promesa de que si accedía a ser una debutante, podría conservar la propiedad de sus abuelos, los barones de Lanyer, quienes estaban en una precaria situación financiera. El prí...