Día 127

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Diario de María

Desde hace unos días estoy intentando meditar teniendo a Horacio hijo al frente. No hubo muchos resultados. Pero hoy Horacio Papá meditó conmigo y logramos entrar en una extraña sintonía con nuestro hijo. Extraña porque solo Horacio Papá pu­do ver algo y él mismo no está seguro si lo que vio fue una invención mental. Por más nítidas que sean sus experiencias, siempre su lado racional saldrá al frente para decirle que solo acepte lo que se puede comprobar. Después de abrir los ojos me dijo "es mejor que grabes lo que te voy a decir" y esto es lo que pude transcribir del audio:

Estoy parado en un piso que es cuadriculado, trans­parente y parece ser infinito. Miro abajo y con las piernas juntas, apenas quepo en uno de los cuadra­dos. Al principio eso da un poco de vértigo porque da la impresión de que en cualquier momento las líneas cuadriculadas van a desaparecer y voy a terminar cayendo sin parar. Camino para irme acostumbrando al lugar y desde el horizonte veo venir a Horacio en su silla de ruedas, a toda velo­cidad. Se detiene a unos metros de mí. Luego veo venir a alguien corriendo a toda prisa. Logro reconocerlo, es uno de los niños X que vi en Ar­kaim y también en el auditorio, el día 100. Tanto Horacio como él tienen su edad actual en esta visión. Cronos parece ser el más deportista de todos los niños X, como si hiciera ejercicios desde que empezó a caminar.

—Él es Cronos —dice Horacio

—Él es Horacio —dice Cronos, señalando a mi hijo. 

—Yo soy el número ocho —dice Horacio.

—Yo también soy el número ocho—dice Cronos.

Entonces, desde el suelo cuadriculado, a la espal­da de ambos, aparece un enorme bloque con un sonido estruendoso. Como si el suelo transparente fuera duro como roca y el bloque pudiera atrave­sarlo. Cuando aparecen los anillos que se conectan entre sí a cada lado del bloque, me doy cuenta de que es una versión gigante del juego Missing Link.

—La primera puerta de la torre es el número ocho —dice Cronos.

—La primera puerta de la torre es la que abre el juego— dice Horacio.

Ambos entran en el bloque a través del único espa­cio abierto, aquel que tiene encima un número ocho blanco, que en verdad son dos aros conectados. Yo entro también y después de unos instantes de silen­cio, los bloques de cada piso de la torre empiezan a girar, primero lentamente y luego a gran velocidad.

—Cronos y yo abrimos el juego —dice Horacio. 

—Yo soy el tiempo y Horacio es la geometría —dice Cronos.

—Soy el número ocho —dicen los dos a la vez—. Somos la puerta para que inicie el juego.

—El siguiente paso es entrar en la cuarta dimensión —dice Cronos.

—Pero X-4 es el único que puede y X-4 está muer­to —dice Horacio.

—Estamos jodidos —dice Cronos.

—En efecto, lo estamos —replica Horacio.

La vida de HoracioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora