Día 205

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Diario de Marco

Hoy salí con Horacio hijo a la ciudad. En un parque le hice estas preguntas:

—A estas alturas de tu vida ¿ya puedes hablar?

—¿Hay información que me estás ocultando?

—¿Por qué nadie de los niños X reclamó tu presencia en el grupo? ¿Van a buscar otro X-7 ahora? ¿Con el tiempo que falta?

Caminamos largo rato por calles desconocidas. Se hizo de noche, entramos en un bar, pedí un par de cervezas. Horacio tomó la mitad de una botella chica; acabó con un pequeño plato de maní y pidió otro más. Yo tomé dos cervezas. X-7 estaba de buen humor, dentro de su silencio.

Miraba las otras mesas, a veces contemplaba a una persona en especial. Por ejemplo, a una mujer rubia, vestida de rojo, acompañada por un motociclista con una chamarra de cuero. Contemplaba su rostro, concentrado y obviamente la mujer volteó. Tuve que decirle que deje de mirarla, pero él lo seguía haciendo. Me asusté por un momento. "Horacio deja de mirar así a las personas" le dije, enojado. Me entendió después de mucha insistencia. El hombre ya nos estaba mirando con algo de malestar. Preferí irme a otro bar, y a otro. Seguí preguntándole cosas a Horacio, presionándolo por una respuesta. Después de todo, era un hombre de 51 años; algo tenía que decir.

—Cuando sueñas ¿entras a otras dimensiones?

—¿En serio, los niños X no tienen miedo a la muerte?

—¿La misión de los niños X fracasó?

—¿Puedes responder aunque sea con un sí?

Horacio no me respondió. En la calle, con tranquilidad, observaba a la gente pasar a un lado y a otro de su silla. Recorrí todo el camino de regreso a casa, así, esperando alguna palabra. Ni siquiera cuando llegamos a casa dijo algo. Se tiró en su colchón con la ropa puesta y terminó el día.


La vida de HoracioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora