Día 96

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Iván entró en nuestra habitación, explicándonos que Román no podía venir hoy porque andaba muy ocupado pero nos ofreció su compañía para recorrer Óbninsk.

—¿Podemos hablar con los otros padres? —preguntó María.

—Todos los padres están en diferentes hoteles. Es parte del protocolo, pero sé que hay días programados para que se conozcan —respondió Iván.

Salimos bien abrigados del hotel. Horacio hijo se detenía de rato en rato para coger nieve y hacer bolas que tiraba a cualquier parte, luego le tiró algunas a su mamá que respondió con otras. Por un momento quise pensar que estábamos de vacaciones, pero todavía tenía muchas preguntas en mi cabeza que no me dejaban tranquilo.

Después de caminar varias cuadras, llegamos a un largo corredor que desembocaba en "El monumento de la llama eterna" dedicado a los soldados rusos caídos en la Segunda Guerra Mundial. Consistía en un fuego que se mantenía prendido todo el día, junto a una placa donde se podían leer los años "1941-1945" y una frase en ruso. Luego fuimos a un centro comercial llamado "Triunfo Plaza" donde compramos cosas que nos olvidamos empacar antes del viaje. Había un multicine allí; Iván nos preguntó si queríamos ver una película. Como nunca habíamos ido al cine con Horacio hijo, dijimos que sí. Además, era su cumpleaños. Al momento de comprar las entradas vimos una larga cola de personas que querían ver una película rusa sobre la batalla Sebastopol. Nosotros nos decidimos por "Los últimos caballeros" con Clive Owen y Morgan Freeman. Horacio se quedó sorprendido con los efectos de sonido de la sala que lo hacían mover la cabeza de un lado a otro buscando su origen. Sabemos que le gustó la película porque al final aplaudió. Luego compramos una tarta de manzana y le pusimos su vela favorita. Fue la primera vez que celebrábamos el cumpleaños de Horacio con alguien que no fuera Marco. A la salida del cine ya estaba oscureciendo y pasamos cerca a la "llama eterna", otra vez. Horacio entonces hizo lo inesperado. Cerca al monumento había un bosque. Horacio giro las ruedas de su silla con lentitud, dirigiéndose hacia él. "El bosque es un sitio peligroso de noche" dijo Iván. Intentamos llevar a Horacio con nosotros al hotel, pero se resistió. Cuando María intentó de nuevo coger la silla y evitar que entrara al bosque, su hijo se puso a gritar dándole manotazos. No tuvimos más remedio que entrar con él. En verdad, con la escasa iluminación, el lugar se ponía más tenebroso a cada paso que dábamos.

Iván dijo algo en ruso para sí, que parecía un reproche, después de caminar unos minutos bajo las sombras de los árboles, usando las linternas de nuestros celulares, apareció una pequeña cancha desierta de fútbol, que apenas tenía algo de pasto. Encontramos también el soporte de un tablero de baloncesto, pero sin tablero ni aro. Una rara energía se sentía en el ambiente. Horacio volvió a entrar entre los árboles. Tuve un mal presentimiento.

—¿Hay alguna casa abandonada por aquí? —pregunté a Iván.

—No, esta zona es puro bosque— respondió. Sentí un alivio que no me duró mucho porque Iván se cayó de repente, abrazándose a si mismo como si le doliera el cuerpo.

—Sáquenme de aquí, por favor —dijo tratando de reponerse. María y yo lo levantamos de inmediato. Horacio hijo buscaba algo con la mirada. Giraba su silla de ruedas rápidamente, como si intuyera que alguien estuviera escondido entre los árboles.

—¡María, coge la silla de Horacio y salgamos de aquí cuanto antes!—exclamé. María tomó el control de la silla y yo caminé de prisa, sosteniendo a Iván que se apoyaba en uno de mis hombros.

—¿Por dónde debemos ir?— dijo María, exasperada. Iván entonces, con algo de esfuerzo, señaló una dirección con la mano, diciendo agitado "Calle Lyashenko". Logramos salir del bosque en menos de un minuto.

Conforme caminábamos de regreso al hotel, Iván se fue recuperando de la impresión.

—Fue como si una sombra traspasara mi cuerpo, nunca sentí algo tan terrible— nos dijo.

En el hotel, antes de que lo recogiera un taxi, se despidió de nosotros con un abrazo, con esa hermandad de los que aun siendo desconocidos, se vuelven cercanos después de compartir una experiencia fuerte.

La vida de HoracioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora