Día 117

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Diario de Ernesto (Texto leído en el curso de escritura creativa)

Abro El libro de los muertos en el capítulo 17.

Todo a mí alrededor se transforma en el escenario del libro.

Un dios egipcio pone sobre una mesa el juego de Senet.

Tiramos las tablillas que nos indican cuántas casillas mover nuestras piezas.

El dios egipcio dice que en el capítulo 17 es donde me equivoco.

Varias jugadas después, pierdo el juego.

¿Esto qué significa?, pregunto. Que tienes que nacer de nuevo, responde el dios, hasta que aprendas a ganar. Nazco de nuevo. Los días pasan, soy un niño, los días pasan, soy un adolescente, los días pasan.

Soy un adulto.

Abro el libro de los muertos en el capítulo 17.

Otra vez, el dios egipcio pone sobre una mesa el juego de Senet.

¿Cuál es el propósito de tu vida, Ernesto?, dice mientras tira las tablillas y hace el primer movimiento.

Ganar este juego, digo tirando también las tablillas. Sé que puedo ganarlo.

Después de varias jugadas, logro vencer al dios egipcio, que exclama:

¡Después de tantas reencarnaciones, has logrado vencerme en el juego de Senet! Abramos el verdadero juego ahora.

Se abre ante mis ojos un tablero de 365 casillas. Recién nacidos aparecen en la casilla 1. Gateando, se desplazan a la segunda casilla, luego a la tercera. Mientras más avanzan, más crecen de tamaño. Se van poniendo de pie. Todos excepto uno, que se mueve en una silla de ruedas.

¿Puedes escuchar cómo laten sus corazones?, pregunta el dios egipcio. En este juego tú también eres una pieza; estás en el centro del tablero. Eres el vigía, el que registra cada movimiento. Ese es el trabajo que te encargamos ahora.

Logro verme a mí mismo en el centro. Una pieza del mismo tamaño de las otras, cumpliendo una función.

Como no estoy acostumbrado al nuevo juego, los movimientos de las piezas me abruman.

Cierro el libro y salgo de la biblioteca.

Sé que pronto volveré.


La vida de HoracioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora