PARENTHOOD (¿4?)

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HERMANO MAYOR

Apenas supo que sería hermano mayor, se emocionó. Ni siquiera comprendía lo que eso significaba, pero sonaba genial, decidió, y su emoción se notó durante todo el viaje en la carreta donde iba en el medio de sus dos papás, haciéndoles todo tipo de preguntas sobre a dónde iban, qué iban a hacer, cuándo tendrían al bebé, y por qué tenían que esperar. El moreno conducía el carromato por la carretera, río arriba y luego a través del puente del río: primavera había empezado algunos días atrás y la carreta estaba repleta de pescado salado y mariscos en botes con vinagre y sal, el intercambio del mes con El Reino.

Connor jamás había ido al Reino, aunque conocía a Tía Carol y tío Ezekiel, y a su primo y Henry. Tampoco conocía Hilltop, pero sí a Tía Maggie y al pequeño Hershel que, de hecho, sólo era algunos meses menor que él.

Había ido una vez a Alejandría, pero no la recordaba, salvo el parque con juegos. Y a Tío Rick y tía Michonne, Carl y Judith. De todos modos, le gustaba vivir en la playa. Le gustaba la arena, el mar, y perseguir a los cangrejos que se escondían por entre las piedras de la quebrada, le gustaba subirse a los barcos y sentir el movimiento bajo sus pies.

En lo que Paul suponía era su segundo mes, y decidido a llevar un chequeo apropiado y constante, habían decidido viajar a El Reino en el intercambio para que Paul pudiera visitar a los médicos del lugar, hacer los intercambios pertinentes, y volver a la playa en un par de días.

—Por lo menos los mareos no fueron tan pesados como con Connor —comentó Daryl mientras iban por la carretera.

Paul canturreó.

Para sus fueros internos, amaba que el hombre pudiera dar aquél tipo de comentarios, daba la sensación de que era el padre biológico, y le recordaba que siempre había estado allí, desde el principio, para Connor y para él.

—No puedo marearme más que estar tres horas enteras viajando en una barcaza —dijo, feliz.

Conforme se fueron alejando de la costa, el calor se fue haciendo cada vez menos sofocante.

Cuando quedaba menos de una hora de luz antes del anochecer, finalmente apareció ante ellos el letrero de madera pulida que les daba la bienvenida a El Reino y se encontraron con tres caballeros que los recibieron de buen agrado, aunque parecían claramente cansados, como si llevaran algunos días sin dormir. Con todo, los saludaron con buenas sonrisas y les dejaron seguir, el camino principal había sido empedrado y en poco tiempo se encontraron atravesando los muros metálicos que se habían pintado de negro en torno a la zona escolar. Desde los muros sonó un cuerno y las puertas se abrieron.

—Miren a quién tenemos aquí —dijo Carol viniendo a Daryl apenas bajar del vehículo—. Pensé que jamás volverías por acá—, sonrió al cazador con aire ameno y él la abrazó con todas sus fuerzas, mientras desde el asiento Connor chillaba felizmente llamando a su tía para que lo saludara también a él. Mientras la mujer besaba al niño, el pelinegro rodeó la carreta y ayudó a Paul a bajar. Carol llamó Navila para que preparara un dormitorio para las visitas y ella personalmente los guió donde Ezekiel, el rey estaba sentado explicándole algo de un libro a Henry, de ahora doce años, padre e hijo parecían estar teniendo alguna especie de revelación literaria o algo así. Connor corrió a ellos para ver el libro que estaban viendo, y al percatarse de su presencia, Ezekiel lo abrazó con cariño, lo mismo que Henry.

El intercambio de víveres se dio con la misma calma que siempre, sin contratiempos, y, sin embargo, Jesús no paró de sentir en el ambiente algo parecido a la calma antes de la guerra, el propio Daryl miró varias veces en derredor como esperando que pasara algo.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora