PURPLE SKY (2)

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3.CIUDAD INFIERNO

—Creo que le gustas —suelta Rovia mientras caminan Es curiosa la sensación de andar por una calle cuyo movimiento natural citadino es el cotidiano, con un montón de gente que ha oído las olas de violencia de su propia ciudad sólo por las noticias, y si de casualidad lo vieron en carne propia, deciden fingir que nada está pasando para olvidarlo; allá van los universitarios al colegio, allá un par de enamorados se abrazan conversando, por allá hay un puesto de comida callejera rodeada por un montón de gente almorzando, y los vehículos en las calles siguen circulando.

Daryl, que camina a su lado, suelta una risa sin gracia.

—No—lo frena el moreno—, ese tipo sólo se ama a sí mismo, no dejes que te engañe.

—Te dio su arma, él... No sé, supongo que en tu mundo eso es romántico.

—¿Mi mundo? En mi mundo soy el perro de Tyrrense, la carga de Merle, y un paleto sureño para el resto de personas.

—¿A ti te gusta Tyrrense? —no cambia el tema Paul.

Daryl sacude la cabeza.

Le gustaba cuando tenía catorce años, incluso creyó que era amor para los veinte, pero ya no tiene veinte y ha pasado suficiente tiempo con Ty como para saber que el tipo no sabe amar y que él, tal vez, tampoco.

—En mi mundo el amor es muy distinto al amor en el tuyo —le sigue la corriente, en su mundo nada romántico es en serio, es sexo, casual y rápido, nadie puede ponerte los cuernos ni decepcionarte, fácil.

—¿Te has acostado con él? —sigue Paul—. Porque tengo la impresión deque...

—Sí —lo frena el mayor—; pero es heterosexual, tiene novia y se van a casar. —Suena curioso decir que un tipo con el que te acuestas es heterosexual, pero esto no se trata de sexo, sino de amor, y Tyrrense no se enamora de hombres, tal vez tampoco de mujeres, pero es lo más cerca que estará a tener un sentimiento real—. Tiene novias y con alguna se casará y con las otras tendrá hijos —especifica—. No sé si se acueste con otros hombres —añade, ahora vagamente pensativo. No lo sabe y tal vez no quiere saberlo, piensa—. Supongo que sí. Tal vez. No importa. No a mí. —Jesús se burla de eso mascullando un socarrón "Síguetelo repitiendo".

A diez cuadras de la estación del metro, hay una zona de pequeñas casas bonitas de tabique rojo, caras, diminutas y perfectas para personas solteras. Rovia toma un cierto valor y se dirige a la que tiene una puerta blanca con el buzón dorado y un número 21 engrandes formas plateadas junto al timbre, y Jesús ni siquiera llama a la puerta, abre con la llave que tiene y entra, tratando de apartar de su mente el recuerdo de él mismo entrando a esa casa una noche de lluvia y entrar a la sala sólo para escuchar los gemidos de su novio con los jadeos de otro hombre. En la sala, Rex yace allí como si nada, haciendo el quehacer mientras escucha música y manda algún mensaje con el móvil.

—Jesús —dice Rex al elevar la vista—. Finalmente te apareces —reclama.

—Sí, perdón por eso —responde Jesús sorpresivamente controlado.

Rex le reclama que no lo felicitó para su cumpleaños, ni siquiera se vieron para tomar una copa, y luego lo ha estado llamando y mandando mensajes y Rovia lo tiene en desvío de llamadas ni ha leído lo que le escribe, con todo lo que ha estado sucediendo en la ciudad ya estaba temiendo lo peor.

—Iba a ir a buscarte a tu departamento, pero Tamara me dijo que saliste de emergencia... —sus ojos van finalmente al pelinegro que se ha quedado en el umbral de la puerta abierta, con los brazos cruzados y mirándolo con una ceja enarcada, como si se conocieran—. ¿Quiénes él? —El tipo tiene pinta de matón: un sicario cliché.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora