HISTORIA EN UNA GRANJA (6)

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SENTIMENTAL

—Ey —saludó Paul—. Acabo de regresar y... ¡Dios, lo siento tanto!

El moreno apretó los labios y le hizo un gesto para que entrara. Había cambiado, llevaba los cabellos más largos y la barba algo crecida, vestía ropas de dormir con forro de lana, pero se veía tan cansado que imaginó que realmente no estaba durmiendo desde hacía tres meses,incluso notó quemaduras de cigarro en sus muñecas que estaban abultadas de lo recientes que eran.

—Es bueno verte —dijo Daryl simplemente, evitando el tema.

—Igual yo. Supe lo de Beth.

Daryl sólo asintió.

—Hace mucho frío, podrías haber esperado hasta mañana para venir —dijo en cambio.

—No podría haber esperado sin verte antes, estoy aquí por ti, Billy me contó...

—Que le fallé a Beth, debí haber sido yo el que entrara—; se tumbó en el sofá frente a su chimenea donde bebía la que tal vez era su tercera taza de café de la noche, y—: ¿qué tal Inglaterra? —golpeó el sitio a su lado para que se sentara.

—No importa una mierda Inglaterra, Daryl. —Se sentó con él.

Kay. ¿Cuánto tiempo te quedarás? Susie...

—No me importa.

Daryl suspiró y encendió un cigarro. El cenicero en la mesa de centro tenía un docena de ellos a medio consumir.

—La familia está preocupada, me dijeron que no has salido de casa—, estiró una mano y tocó suavemente la mano cicatrizada. El pelinegro se encogió de hombros y masculló algo que sonó a no poder ver a Hershel ni a nadie a la cara, les falló.

Había pensado en mudarse, todavía lo estaba contemplando, regresar al pueblo, o irse a Cooperwood y hacer un casa en el bosque, pero no tenía suficiente dinero para comprarse nada y tampoco le parecía justo para los Greene quitarles...

El hombre fumó una enorme bocanada y cambió de tema de nuevo.

—Te queda bien ese nuevo look; te hace ver mayor, ya sabes, más hombre.

Paul sabía que no conseguiría hacerlo hablar, aunque lo habría preferido. El hombre no sólo parecía roto, sus ojos estaban apagados como los desahuciados .

Sin saber qué más hacer o decir, se acercó al hombre a su lado y lo abrazó.

Se quedaron así abrazados una eternidad, sin moverse, sin hablar, el cigarro consumiéndose olvidado en la mano de Daryl. Los brazos de Paul aferrados a él, y un brazo atrayendo hacia sí a Paul, el cual cerró los ojos al sentir sus propias lágrimas, concentrándose en el calor del hombre y en su aroma a café y tabaco y humo de leño.

El pelinegro soltó lentamente el abrazo y recuperó su taza con café.

Por lo menos no estaba tomando licor, pensó Paul a su lado.

—Nunca lo supe, tampoco puedo imaginarlo —habló de nuevo Paul—, ¿cómo fue? —Se levantó y fue hasta la chimenea sobre la cual decoraba una pequeña foto enmarcada del día de la boda de Daryl y Beth, ella era tan joven, todavía tenía diecinueve años y en la foto se veía encantadora con su vestido blanco y su larga cabellera rubia en un peinado complicado.

El hombre miró la foto desde el sofá y luego miró de nuevo hacia el fuego. Llevaba casi dos años siendo el novio de Beth y ella seguía junto a él, cada vez bromeando más sobre matrimonio e hijos, a veces venía a la casa de Daryl y daba comentarios sueltos sobre cómo debía ser la casa para cuando se casaran y dónde quería el cuarto del niño. Dos hijos. Una tarde a mediados de septiembre, en medio de la faena de campo, luego de que Beth le trajera la merienda y agua fresca para beber, Annette le había dicho que sería una gran esposa, con dieciocho años y dedicada ahora a la granja y a Daryl, se pasaba el tiempo ayudando en la casa, en el campo, cocinando para el hombre y cada que iba a visitar al moreno en su casa parecía encantada mientras cantaba y limpiaba: el pelinegro no lo sintió como una revelación, simplemente como una idea de las que se meten en la cabeza y sabes que no saldrá hasta que la arranques, así que mordió su pan y asintió. El pelinegro andaba escaso de dinero y sabía que seguiría así por un par de años, de modo que había desistido de la idea.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora