LOST IN THE SUMMER (2)

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El moreno se masticó un labio hasta hacerlo sangrar.

Se recargó en la pared y miró el cielo crepuscular, se estaba poniendo nervioso, demasiado consciente del contraste que formaba con el paisaje de las bonitas y elegantes casonas, seguro de lo fuera de lugar que se veía, esperando a que en cualquier momento un vecino lo confundiera con una especie de ladrón o vendedor de drogas y pidieran una patrulla.

Miró su móvil.

Sabía que tenía su teléfono ahora, lo había registrado como "Pinchazo", por si Merle o su padre decidían un día tomar su teléfono sin permiso y husmear: con todo, no encontró las ganas ni las fuerzas de mandarle un mensaje.

Su padre había llegado borracho esa tarde a casa, de nuevo, pero no llegó solo, llevó a una mujer.

El pelinegro se marchó de allí antes de estorbar o que a su padre se le ocurriera la magnífica idea de meter a la mujer en su cama, otra vez. Fue a casa de Merle, por si su hermano había regresado sin avisarle, pero no. Pensó en ir con Tirrense, pero entonces se le ocurrió que seguramente Paul...

Hoy no necesitaba un lugar en dónde dormir, sólo un sitio para estar hasta que su padre terminara de coger, entonces se quedaría dormido y él podría volver.

Podía quedarse en la calle, pero tenía hambre.

No podía comprarse comida porque su padre le había arrebatado su pago de la semana para poder pagar a la mujer que lo acompañaba aquella tarde. Aveces Daryl tenía ganas de empujarlo lejos y mandarlo a la mierda, pero la verdad es que se petrificaba, a pesar de los años, la ira de su padre lo aterraba.

Jesús giró por la esquina caminando desde la parada del camión hasta su casa, iba entretenido mandando un mensaje a Tara sobre la chica Denise.

Su mirada se levantó sólo un instante para asegurarse de que no chocaría con nada ni con nadie en la acera. Daryl debió notar el movimiento, porque también giró la cabeza y volvieron a mirarse a la cara: Rovia guardó su móvil en el bolsillo y corrió hasta donde esperaba el chico recargado contra un muro.

Paul temió que estuviera más lastimado que el día anterior, cuando se vieron, pero no.

Suspiró aliviado y tomando de nueva cuenta su vieja libreta destinada a apuntar las tareas, le escribió la pregunta para saber si estaba bien. El moreno asintió.

"Evitando la casa un rato", respondió con su propia letra estrecha, atorada, rasgada. Jesús torció la boca en comprensión y le hizo un gesto para que lo siguiera, caminando hombro con hombro hasta la mansión Rovia; el muchacho abrió la puerta y lo invitó a entrar. En la sala estaba su padre leyendo un periódico y mirado a medias un enorme televisor, levantando los ojos cuando su hijo anunció que había regresado. El chico se apresuró a presentar a su padre y al moreno; le explicó a su padre que el moreno era un amigo que trabajaba en una de las cafeterías de la plaza cerca de su escuela, y que era sordo; la noticia de la sordera pareció poner un poco nervioso al hombre, el cual asintió sin querer ahora hablar con el muchacho y Paul aprovechó el desconcierto para coger del brazo al moreno y jalarlo de vuelta a su dormitorio en el piso superior.

Cerró la puerta, prendió la luz, arrojó la mochila en un rincón y se volvió hacia el pelinegro atrapándolo contra la pared y besándolo: Daryl se sacudió un parpadeo ante el repentino gesto, pero cuando comprendió lo que estaba pasando, tomó a Rovia por las caderas y respondió el beso.

Ninguno de los dos fue precisamente bueno besando. Era el primer beso de Paul y no era algo que Daryl hiciera a menudo, ni las putas ni Tirrense eran de los que pedían besos o cosas por el estilo.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora