CONSIGNMENT TO LIMBO (4)

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Daryl escucha el grito de Paul, pero no sabe de dónde viene.

Tampoco sabe en dónde está él mismo, parece una especie de sótano o bodega, no tiene la más mínima idea. No hay puertas ni ventanas. Bueno, de hecho, sí que hay una puerta, pero tiene cadenas que la cierran y arañazos contra la madera advierten que por allí sólo se baja al infierno.

El moreno se mueve hacia la puerta pasando entre cajas y anaqueles.

Desde la puerta escucha una voz que masculla, al principio no comprende las palabras ni reconoce la voz, pero de pronto lo hace, hay un: —Hijo de perra, te dejé con esa puta fiebre para que te murieras, pero ni eso pudiste hacer, ¡maldita sea! —que reconoce al momento. «Tendría que haberte matado con mis propias manos». "No quiero maricas en mi casa".

—Papá —masculla Daryl, está seguro de que su padre se está retorciendo en el infierno ahora que no sólo un Dixon es maricón, sino que, además, va a casarse. "¡Traté de corregirte, Dios sabe que traté de corregirte!"

Un dolor fantasma hace que su espalda duela. Arda.

Cada maldito golpe, hijoputa, y no sirvió de nada. Un estante cae como si alguien lo empujara contra él y el moreno ya está listo para ver aparecer a su padre con una vara en la mano. El sitio está oscuro y no se ve a nadie cerca.

La puerta con la cadena se sacude como si alguien la golpeara desde dentro. La voz de su padre le grita que lo está esperando allí abajo para castigarlo por su maldita vida pervertida. Toda la eternidad para golpearlo, arrancarle la piel de la espalda si es necesario. Entonces, de la nada, aquella criatura alta de cuernos y con ojos blancos sale de las penumbras y se abalanza contra Daryl.

Daryl despierta como saliendo de una pesadilla. Por un segundo cree que ha estado soñando, la fiebre siempre le ha causado malos sueños.

Pero entonces se percata de que está tumbado en el suelo del sótano. No el anterior, este sólo está lleno de cajas y estantes bien acomodados, sin una siniestra puerta con cadenas. No está herido, la fiebre se ha ido, el sótano está a oscuras; cerca de donde estáderrumbado, en el suelo, alguien ha escrito: Pronto estarás aquí abajo, conmigo.

Todavía está en el suelo intentando despertar apropiadamente cuando escuchas pasos que bajan y corren hacia él, y un momento después escucha el llamado. "¡Daryl, oh, Dios mío!", un parpadeo antes de sentir al castaño hincarse a su lado para sujetarle la cabeza y atraerlo hacia él, tanteando con las manos en busca de heridas, ya que en la oscuridad es difícil ver. Tener a Rovia allí, sentirlo, lo tranquiliza de inmediato. Como puede se empuja para sentarse y tomando el rostro de Jesús a ciegas lo atrae y lo besa con sumo cuidado.

—Está bien —se susurran entre sí—, estás bien.

Hay un instante para abrazarse hasta que consiguen dejar de temblar, sus frentes se quedan juntas.

—Volvamos arriba— le dice Paul a Daryl.

—Sí —responde el aludido, levantándose, y carga consigo el peso de Jesús para que deje de apoyar el pie herido; el pelinegro siempre ha sabido que de los dos, es él por se un Dixon quien terminaría a las puertas del infierno, nunca mejor dicho, incluso se burló de eso cundo Paul se presentó como Jesús, en sus tontos coqueteos amistosos siempre le decía Rovia al pelinegro que lo salvaría del infierno, y ahora realmente lo ha hecho, piensa, aunque es él quien carga a Jesús escaleras arriba. Y suben por unas oscuras escaleras que los sacan a lo que parece el pasillo de la casa de Paul, pero más largo y más angosto y más pequeño.

Entonces, frente a ellos, luz tras luz tras luz de un corredor inmenso, se comienzan a encender. Luces blancas y titilantes, y hay susurros de nuevo en el silencio, palabras que no pueden comprender, pero da igual, lo importante ya está, se han encontrado, ahora sólo necesitan encontrar la manera de salir.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora