MOOD SWINGS

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CAPÍTULO 1

Paul entró a su casa arrojando su abrigo, guantes y gorro.

Daryl cerró la puerta tras de sí apenas prestando atención al pequeño salón oscuro. Había sido un día largo y cansado, febrero estaba empezando y el frío calaba en los huesos, pero la vida en Hilltop jamás podía detenerse demasiado, y el pelinegro y Rovia eran siempre de los más ocupados.

Apenas la puerta hizo clik con el seguro, el mayor se volvió hacia Paul y lo empujó contra la pared para besarlo, y el castaño lo abrazó aferrándose a sus hombros, sintiendo las gruesas manos de Daryl sujetándolo por las caderas, levantándolo a medias: Jesús enredó sus piernas en el cuerpo del mayor, besándolo, y el moreno lo cargó llevándolos a ambos, a tientas en la oscuridad, hasta el dormitorio de Paul, allá en el rincón.

Jesús cayó en la cama, sonriendo, riendo, y enseguida se sentó para ir con el moreno y desnudarlo. El pelinegro se dejó quitar la sudadera y la playera, se quitó el cinturón y dejó que Jesús deslizara el pantalón  por sus piernas.

—Ven aquí —murmuró Daryl, y sonrió apenas un poco cuando Jesús se hincó en la cama delante de él, dejándose quitar la ropa lentamente. Desnudos, las manos acariciaron al otro reconociendo las cicatrices ajenas, haciendo algún énfasis en los pezones y en la entrepierna.

El moreno recostó a Paul entre las cobijas, separando sus piernas, y llevó su boca a la entrepierna de Paul lamiendo a placer, saboreando la humedad de Jesús, disfrutando de sentir las manos del muchacho sujetándolo por los cabellos empujando las caderas contra su rostro, y haciéndolo gritar de placer, los jadeos de Jesús terminaron deponerlo duro. Rovia jaló sus cabellos para que se detuviera, lo llamó con un gemido y el pelinegro trepó lamiendo el cuerpo hasta llegar a su boca.

—Daryl... entra... vamos... entra...

El moreno lo miró con mirada intensa, gimiendo gruñidos guturales dentro de su pecho mientras Paul clavaba sus dedos en los hombros del moreno, quien sujetó su polla dura alineándola en la entrada palpitante de Jesús, y se deslizó dentro con suave facilidad, gimiendo ante el placer de la tibieza que lo abrazó al momento, y sintiendo a Paul arquear la espalda con ruidos de placer. Los cuerpos se estrecharon, las piernas de Rovia se abrieron para darle todo el espacio, y el pelinegro empezó el juego del vaivén. Había sido un día largo, cansado, pero también fue el banquete del pueblo de cada mes y no pudieron volver directamente a su casa para descansar.

—Ah... tan bueno...

—Sí... —susurró Paul, jadeando, encajando las uñas en aquellos fuertes brazos—, mmmh... ajá... Dios... Daryl...

—Paul...—, las estocadas fueron cada vez más rápidas, y pronto ninguno de los dos pudo hacer otra cosa más que jadear, haciendo quejar a la cama y calentando con sus propios cuerpos toda la habitación—. Voy a...

—Sí, sí, sí... ¡Diosss!

Dixon empujó con fuerza en el interior de Paul clavando al muchacho en la cama en una última estocada, y Jesús lo pudo sentir palpitar en su interior mientras él mismo gemía con fuerza ante su propio clímax. Daryl se derrumbó sobre del cuerpo de Paul, que lo recibió con un abrazo, respirando pesado y besándolo por el mentón. Un momento después, el mayor se deslizó a un costado de Rovia, boca arriba, respirando con fuerza, y se rió por lo bajo cuando Jesús se deslizó hacia él, recostando su cabeza en el hombro de Daryl; una de las manos de Jesús trazó perezosos patrones sobre las cicatrices del pecho de Daryl; respirando juntos hasta que consiguieron calmarse.

El pelinegro jaló más cerca a Rovia con su brazo.

Parpadeó pesado.

Daryl cerró los ojos y escuchó los suaves latidos del corazón de Jesús que lo fueron amodorrando.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora