PAPARAZZO (4)

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Estaban en esa temporada donde en la mañana hacía frío, en la tarde el mundo entibiaba y por las noches había que envolverse con una chamarra, y por alguna extraña razón, hacía más frío dentro que fuera de la casa; todavía ni siquiera era invierno, pero Paul permaneció dentro de su departamento con ese ridículo abrigo suyo navideño, negro con un tonto reno de nariz roja; abrigo que amenazó con quedarse aparte mientras el moreno besaba el cuello de Rovia quejándose de su exceso de ropa, y Jesús se rió al sentir el aliento de la protesta contra su piel.

Era demasiado temprano. La noche había sido buena y larga, la tarde del día anterior Paul había tenido una nueva discusión con Duncan por la falta de tiempo del actor y las fotografías que habían salido en los noticieros y revistas de Jesús y Daryl. Y por la noche, había tenido una cena romántica con Daryl, en su casa que terminó con Daryl y Rovia gimiendo en la cama y la polla del más joven entrando en el moreno. Habían despertado hacía poco. Tres llamadas perdidas de Duncan y nueve mensajes de Andrea.

—Todavía no —dijo el moreno cuando Paul preguntó si tendrían que responderles.

Habríase dicho que tenían que resolver las cosas con Andrea y Duncan, pero lo cierto es que no había nada que resolver.

Duncan estaba (supuestamente) intentando reconquistar a Rovia para ganarse una segunda oportunidad, y Andrea sólo era una amiga íntima de Dixon, ni Paul ni Daryl sentían la necesidad de explicarles a los otros dos que estaban en medio de algo con alguien más.

El castaño seguía en pijama, aunque eran casi las diez de la mañana,se recogió el cabello en un moño alto y desordenado, y miró con enorme sonrisa al pelinegro, quien se puso un suéter sobre de su camiseta mientras se pasaba las manos por los cabellos intentando darles un poco de orden.

Daryl se acercó a Jesús y lo abrazó apretando los músculos de los brazos, consiguiendo que Jesús hiciera un sonido entre excitado y divertido, las manos de Rovia a la cintura del pelinegro y un susurro bajo contra sus labios: "Presumido".

***

El sonido del timbre y el intercomunicador detuvo el abrazo mientras se disponían a preparar el desayuno.

Era casi mediodía: el castaño reaccionó al sonido del timbre de pronto recordando una cosa. Era el último día de noviembre y había acordado un almuerzo con Maggie allí mismo en su departamento, y lo olvidó por completo.

—Pide algo para comer y que te lo traigan —lo calmó Daryl. Paul asintió en acuerdo y fue a responder el intercomunicador para saludar a Maggie y abrirle la entrada con el interruptor principal.

Daryl hizo ademán de ir al dormitorio en busca de sus zapatos y chaqueta.

Jesús lo detuvo cogiéndolo por una mano.

—¿Qué se te antoja para comer? —lo frenó.

El moreno lo miró un momento muy quieto. Paul no quería que se fuera, aquí lo estaba invitando a quedarse incluso delante de Maggie. Y no que debiera importarles, pero ciertamente no se habían sentado a discutir qué tan formal estaba siendo esto, lo que fuera que fuese, y que tan público de cara a los amigos. Estaban pensando en una casa juntos, de modo que era serio, aunque todavía sin títulos, en esa casa cada quien podía tener su cuarto, por ejemplo, y estaban decididos a ser discretos en público para no tener fotógrafos y curiosos encima todo el día, pero ¿y con los amigos?

El moreno sintió el agarre de Rovia empezando a tensar.

Regresó el agarre con sus dedos toscos y masculló un desayuno tradicional del Rene'e Food. Podían pedir algún postre y donas extra. Rosquillas rellenas, Maggie las amaba de café, y alguna bebida caliente, para variar, chocolate, quizá. Paul sonrió con un suspiro y se acercó de puntillas para besarlo en la comisura de los labios, así que el moreno se tumbó en la sala haciendo el pedido por teléfono y Jesús fue a abrir cuando llamaron a la puerta.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora