TSOYAHA

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A media hora al sureste de Savannah, se encontraba la Cierra de Chatham. Un sitio apartado de la vida moderna, de la vida en general, un área reservada y protegida por una pequeña comunidad de nativos americanos llamados Tsoyaha. Una vez al año abrían sus zonas para permitir la entrada a aquellos que estuvieran interesados en unirse a su antiguo sagrado ancestral... lo que fuera que significara eso. No había promoción ni propaganda, sólo el rumor de voz a voz, y fue casi una suerte divina que Jason escuchara de ellos por una amiga que había estado allí; conocedor de que aquello era el tipo de cosas que gustaban a Rovia, y deseando tener una salida sólo para ellos dos, lejos de Max y los demás, le contó sobre de aquello a Paul.

Y por supuesto que Paul aceptó; los viajes en carretera, la vida en la naturaleza, cualquier evento místico y mágico para guardar en la memoria, y su eterna búsqueda de algo que le acercara a alguna especie de respuesta a su existencia, eran el tipo de cosas que él siempre estaba buscando.

Jason no creía en nada de aquello, desde luego, pero comprendía el punto de Jesús.

Paul había crecido en un orfanato hasta los seis años, lejos de cualquier apego sano y empático, y posteriormente vivió entre casas de quedada y familias postizas hasta los dieciocho. Por supuesto que tenía un apego desorganizado, desde luego que tenía crisis existenciales, indiscutiblemente sentía la necesidad de averiguar por qué y para qué nació, el ideal de ser alguien especial aunque no fuera para los padres que lo abandonaron ni para ninguna de esas familias que jamás lo adoptaron.

Jason entendía, pero a él sólo le interesaba poder estar a solas con Rovia y lejos de Max; días atrás, finalmente, en una reunió de la banda que estaban formando, Rovia había llegado nuevamente solo debido a que Maxwell estaba estudiando para su siguiente examen (estudiar medicina lo estaba consumiendo), y allí solo, entre charla y risa y músicas de amigos, luego de que Jesús cantara I can't mad at you, con Jason tocando para él la guitarra, en medio del júbilo y las risas, Jason se inclinó hacia Paul y lo besó, y Rovia le correspondió. No hablaron de eso más tarde, ni en los días siguientes, sin embargo, quizá esta salida era un genial momento para hacerlo.

Jesús no había nacido para Max.

A Jason le gustaba Jesús, eran almas gemelas. Les gustaba la música, les gustaba la carretera, y estaba completamente seguro de que serían compatibles en el sexo.

Así que no dudó en tomar esta salida, subieron sus cosas a la camioneta y condujeron nueve horas completas desde Richmond, Virginia, hasta Savannah, Georgia. Era finales de noviembre, el clima empezaba a ser demasiado frío, húmedo, pero conforme fueron llegando a Georgia, a las costas, el clima mejoró suavemente.

A su lado, Jesús era el chico más feliz del mundo en aquellos instantes. Tenían veintiún años, Paul llevaba los largos cabellos sujetos en una cola alta y gafas para el sol a pesar del cielo nublado. Cantaba: sonreía, miraba por las ventanillas el paisaje que corría a gran velocidad junto a ellos. De vez en vez, Jesús se inclinaba hacia Jason y recargaba su cabeza en el hombro del muchacho que conducía el carro. Iban a pasar algunos días en la naturaleza, una experiencia que los uniría fuera como fuere.

La amiga de Jason había dicho que era un retiro espiritual al estilo nativo americano, ninguno de los dos muchachos sabía qué esperar de eso, tampoco importaba demasiado, un campamento en la cierra, historias apaches, música de tambores y beber alguna droga de hierbas que los pusiera a volar alto.

La cita dice claramente que pueden llegar a cualquier hora de aquél día. También decía que llegaran a los pies del cerro por la carretera 387 y condujeran hasta el kilómetro 37 donde estaba la entrada a la reserva natural, entrando por el camino de tierra pisada deberían continuar hasta que vieran aparecer el campamento, fácil. Si ellos llevaban sus propias casas para acampar, podían instalarse donde les diera la gana, de lo contrario, la misma tribu montaba algunas casas al estilo tradicional para que la gente viviera una experiencia completa. El cupo era limitado, una veintena de personas, y fue una suerte que Jason y Paul todavía alcanzaran lugar.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora