BLACKOUT 2

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Capítulo 3

Como el cazador supuso, el exterior es mejor para Jesús.

Usan la tarde en el bosque para pasear entre los árboles, Dixon enseñándole cómo rastrear animales y Paul recuerda que ya había pensado en pedirle al hombre que lo enseñara, pero no está seguro de habérselo dicho, y el arquero asiente con la cabeza.

Siendo sinceros, ya le enseñó esto antes.

—¿También me enseñaste a usar la ballesta? —pregunta—, porque también sé que quería pedirlo.

Dixon hace memoria y niega con la cabeza.

—No te he enseñado... tampoco me lo has pedido, no tienes ballesta, ¿para qué aprenderlo? —De cualquier forma pasan un rato practicando disparos a puntos fijos entre los árboles.

Cuando vuelven a la casa ya está oscureciendo. Paul sube al ático porque quiere ver el cielo oscurecerse desde allá arriba y Daryl se queda abajo encendiendo un fuego para preparar la cena.

Cuando ya está oscuro, Daryl sube a echar un vistazo a Rovia.

—¿Algo mal? —inquiere al encontrarlo recostado en el colchón mirando el techo.

—No —responde—; sólo un poco nervioso, estoy lidiando con eso, lo siento...

—¿Nervioso?

—Si pudiera recordar estoy seguro de que no lo estaría, pero... —se encoge de hombros, suspira y forma una sonrisa ansiosa lanzando una mirada a Daryl—, estaré bien, lo prometo. Te lo aseguro, estoy bien con esto.

—Kay —acepta—. Estoy volviendo abajo, en cuanto esté la cena te llamo.

—Por supuesto.

Dixon baja dejándolo de nuevo a solas para que pueda lidiar consigo mismo otro poco. Pero no lo llama para la cena. Cuarenta minutos más tarde sube con la cena caliente servida en una olla limpia que escondieron en la desvencijada alacena.

Paul, ahora sentado en el colchón, lo mira con grandes ojos, todavía tiene una mirada nerviosa, pero su sonrisa es más legítima; Dixon pone la olla humeante en el suelo y saca de un escondite entre tablas un par de cucharas envueltas en un paño negro y limpio, y un par botellas de agua, con el encendedor que siempre lleva consigo enciende el par de velas que esperan en un rincón y las acerca a ellos para que ilumine el cuarto.

Jesús se traga una sonrisa, porque esto es hermoso. La sensación de estar afuera le gusta, le gusta el bosque y la calma, le gusta este ático, esta cena con velas, y la silenciosa compañía de Daryl Dixon, y piensa que él definitivamente tomará esto, porque no puede pensar en nada mejor en el mundo.

—¿Tenemos muchas cenas de estas? —pregunta mientras comen de la misma olla, y Dixon niega con la cabeza.

—Es la tercera —le explica.

—¿Tercera?

Jesús se lamenta no poder recordar las otras dos, ahora que sabe que ha habido otras. Tiene una vaga idea de una noche en un campamento a mitad de carretera, con Daryl caminando al rededor de ellos poniendo alarmas de botellas mientras Paul permanece de pie calentándose las manos en una fogata pequeña: en su memoria recuerda que Daryl vino a él unos minutos después parándose detrás y la columna de Rovia sintiendo escalofríos, pero no recuerda más después de eso.

Bien, pues es la tercera y no se acuerda.

La cena termina pronto y beben de sus botellas con agua, Daryl coge las botellas vacías, las cucharas y las ollas, y las lleva a un rincón apartado, luego se entretiene colgando la manta gruesa que hace de cortina en la ventana para que la luz de la vela no se note desde afuera, siempre es mejor que los vivos no sepan en dónde hay alguien.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora