ÉGIDA (5)

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LIBERATOR

—¡Dixon! —la voz de Zack se elevó en la arena.

—¿Qué? —preguntó el cazador.

Zack lo encaró cruzándose de brazos. Se había enterado que tenía otra gran competencia tocando a la puerta, y en esta competencia lo iban a perder, sí o sí. Muerto o convertido en un Salvador, daba igual, el punto era que Paul quedaría soltero otra vez, y Zack quería decirle que no necesitaba preocuparse por Jesús, él estaba interesado en conquistar a Rovia y bastante seguro de que lo podía conseguir. El moreno, lo miró con aire oscuro, tan silencioso como era, y Zack siguió hablando sobre todas esas veces que Rovia le había dirigido una mirada o una sonrisa. Una vez que el moreno muriera, él se ofrecería para ser el nuevo amante de Paul y el moreno podía estar tranquilo, lo cuidaría.

El arquero negó con la cabeza. Las rejas se abrieron y Paul entró viniendo hacia ellos, sonriendo a Zack deseándole los buenos días y besando los labios de Daryl tres o cuatro segundos.

—¿Algo va mal? —preguntó Rovia empezando a quitarse el exceso de ropa.

—No, sólo hablaba con Daryl sobre de ti, después de la pelea... ¿vas a enseñarlo a luchar? —comprendió al ver que Paul se alistaba para pelear.

—Daryl ya sea pelear, yo diría que, más bien, vamos a aprender a pelear juntos.

Pausa.

—Todavía preferiría que no vinieras —dijo Daryl, sereno.

—Y yo que tú no fueras. Aquí estoy siendo arrogante, pero si voy aponer la vida de... ¿mi hombre? —carraspeó tímidamente, hasta ahora no habían discutido títulos— en manos de alguien, la única persona en quien confío en un campo de batalla soy yo. El otro campeón de Hilltop —exageró estirando las manos a los costados—. Y tú eres la única persona a la que le confiaría mi vida.

—Te estás poniendo cursi —bufó Daryl pero lo atrajo a una especie de abrazo.

—No me has escuchado ponerme cursi —se rió Paul—, guapo, todavía no.

Le guiñó un ojo y se paró al centro de la arena.

Daryl se colocó frente a él, tronándose los huesos.

—¿Vas a pelear también? —casi gritó Zack—, ¿por qué? ¿Estás loco? ¿Has oído lo que dicen de los Salvadores?

—Precisamente —dijo Paul, tensando y relajando los músculos para aflojar el cuerpo.

Sí, Maggie se lo había contado. Cuando se lo dijo a la gente de La Costa, las mujeres le advirtieron a Maggie que Negan y sus Salvadores habían sido, precisamente, quienes mataron a todos los hombres de su comunidad, todos, sin excepción, aparecieron para retarlos como luchadores, a todos, y los mataron y masacraron sin piedad.

Mientras aquellos dos entrenaban, en la oficina había una silenciosa revuelta; Gregory no dejaría que Paul asistiera a aquella peligrosa pelea donde lo perdería, vivo o muerto, por supuesto, y buscaba desesperadamente la manera de evitarlo.

Alex se negó en redondo a emborrachar a su ex novio para empujarlo a la cama y no dejar que despertara hasta que se hubieran llevado a Dixon y a Bandoock a la siguiente mañana. Harlan negó con la cabeza a drogar a Rovia bajo cualquier pretexto y mantenerlo dopado hasta que fuera tarde; Eric pareció ofendido cuando Gregory sugirió que sedujera a Dixon para que Paul se enojara, y Maggie se cruzó de brazos ante la insinuación de conseguir que el pelinegro y Paul se pelearan, nadie allí quería que Jesús fuera a la pelea y perderlo, tanto como no estaban de acuerdo en enviar al arquero a una pelea perdida se mirase por donde se mirase; necesitaban el agua, aunque, dado lo que se decía sobre de Negan y su gente, quizá no con tanta desesperación; cuando comprendió que nadie lo apoyaría, Gregory decidió que, una vez más, tendría que hablar en secreto con el moreno, seguro de que el luchador aceptaría salvar a su noviecito de este destino suyo, tal vez el cazador sería más sensato que todos y aceptaría algún plan que se ingeniaría esa misma noche Gregory, así que hablaría con Daryl al otro día, decidió.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora