BABY PROYECT

454 27 55
                                    

CAPÍTULO 1

Paul levantó la mano sacudiéndola por encima de su cabeza.

—Dixon y yo estamos juntos —dijo.

Los chicos del salón se burlaron de eso haciendo pullas y trompetillas, algunas de las chicas se rieron por lo bajo. El moreno, en la esquina más apartada y oscura del salón, tratando de mimetizarse con la pared, fulminó con la mirada a Paul, pero el chico, allá en la fila de adelante, ni siquiera volteó a mirarlo. Lo que pensó la señorita Mayers sobre de eso, no dejó saberlo, se limitó a enarcar una ceja debajo de sus gafas gruesas y apuntó sus nombres juntos en la lista:el pelinegro decidió que patearía al chiquillo por aquello en cuanto lo tuviera delante, le daba igual si Rovia era mejor para patearlo a él. Media hora más tarde, la tortura de la clase de Cívica y Ética terminó y los alumnos pudieron retirarse, sólo entonces Rovia corrió por el pasillo para emparejar al mayor. Apenas puso una mano en su hombro, para hablarle, Dixon se giró hacia él sujetándolo por la sudadera y lo estampó contra la pared, un gesto violento que ni siquiera sorprendió a Rovia. Daryl no le gritó ni le espetó nada, porque el reclamo estaba implícito.

Jesús, como lo llamaban sus amigos, rodó los ojos con una breve sonrisa.

—¿Tenías a alguien pensado para el proyecto? —preguntó. ¿Molly, Nancy, Johanna, Minerva...?

El moreno lo soltó y se cruzó de brazos, todavía huraño y silencioso como él era.

—Oye, has espantado a todas las chicas que se te han acercado en el último año, esa no es mi culpa, y todos en el salón saben que soy gay, ¿correcto?, sólo digo que nos estamos haciendo un favor mutuo. Además, siempre hacemos equipo juntos, ¿correcto?

—Vamos a estar en la mira de todo el colegio —espetó; Jesús y él eran amigos, más o menos, una amistad más bien nacida a fuerza de la necesidad, Jesús era el chico nuevo y huérfano que había entrado en la secundaria poro menos de un año y medio atrás, y jamás dejaría de ser el novato como jamás dejaría la orfandad... Darylera el redneker, el paleto, el hermano de un drogadicto y el hijo de un alcohólico empedernido.

Juntarse entre ellos fue natural porque nadie los elegía nunca para los equipos, y este no era la excepción, claro está.

—Tenemos que ir a la oficina de la señorita Mayers en una hora —siguió Rovia, como si nada, caminando a su lado por el corredor.

Daryl le dijo que lo olvidara, él no iría.

—No esperes que haga nada yo —dijo con su clásico mal humor. Luego simplemente se alejó de Jesús para ir a su taller.

—Nos vemos al rato —gritó el castaño, sin embargo—. Suerte en tu clase—, y Paul también giró por el corredor para ir a su propio taller. En el colegio todos estaban sorprendidos de que aquellos dos pudieran ser amigos a pesar de ser tan diferentes, Dixon era el primero en sorprenderse, por cierto.

Paul era abiertamente marica, primera característica que no se suponía que soportara un paleto sureño y razón de que lo cambiaran de escuela en mitad de año y, sin embargo, el moreno nunca le dio mayor importancia al tema, el tipo no era afeminado, amanerado y ni siquiera tenía novio, es decir, a su modo de ver, sólo era gay, hasta probar lo contrario y tener que quitarle las cursivas a las letras.

El taller de mecánica era, probablemente, lo único bueno de la secundaria, y Daryl podía olvidarse de su vida entera mientras memorizaba las partes del vehículo y para qué funcionaba cada pieza.

Por cincuenta y cuatro minutos pudo concentrarse en algo que adoraba, inclusive si nadie en el taller le hablaba, y al salir estaba de un mejor ánimo que por la mañana. Sin embargo, apenas atravesar la puerta del taller y al encaminarse de vuelta al edificio de la escuela, apareció Jesús corriendo por el patio y gritando con toda la fuerza de sus jóvenes pulmones—: ¡Dixon, van a ser mellizos!

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora