HIGHWELL TO HELL

612 24 67
                                    

PRÓLOGO

—Daryl —saludó Jesús pasando a su lado tranquilamente.

El pelinegro le dedicó una mirada inclinando la cabeza a manera de respuesta.

Acababa de regresar a Alejandría luego de dos días, seguía buscando a Rick por toda la orilla del río. La última vez se había desaparecido por diez días completos, y antes de eso pasó una temporada completa, meses, incluso, sin que nadie supiera nada de él. Para cualquiera un alivio que regresara tan pronto.

El clima estaba enfriando.

Con octubre iniciando, los vientos soplaban del sureste, entibiando el clima otrora ardiente, y Paul siguió con su ronda nocturna con paso ligero y ameno, y Daryl siguió de largo directo a la casa en la que se había quedado. Ahora que no estaba Rick, no se sintió cómodo quedándose allí y se mudó a la casa más alejada de todas, contra el muro norte, allí su único vecino estaba enfrente, atravesando la calle, y era precisamente el hípster que acababa de dejar atrás; miró el cielo negro y la luna creciente, había sido luna nueva cinco días atrás, la luna llena no sucedería hasta dentro de diez días, más o menos. Estaba cansado.

Dedicó apenas una mirada al pasar junto a la casa de Aarón.

Eric llevaba dos años muerto, el hombre consiguió la calma y finalmente ese año estaba volviendo a decorar con un par de tontas calabazas que crecían en su jardín y una bruja de papel que debió encontraren su ático, decían los rumores que estaba tomando por costumbre comer con Jesús, tal vez había algo allí entre los dos, o lo habría, o seguramente no, quizá... necesitaban sentarse a hablar como cualquier gente civilizada, lo sabía, pero en estos momentos no tenía cabeza para otra cosa que no fuera Rick... mentira, tenía cabeza para más, ahora mismo sólo tenía cabeza para irse a dormir.

Tal vez Jesús estaba comiendo con Aarón, quizá, pero se había mudado a Alejandría por él.

Estás tanto tiempo allá afuera y no quieres que nadie te acompañe, que creo que es la única manera en que te puedo ver, había dicho.

Sí, se tenían que sentar a platicar.

Abrió su puerta y entró. Cerró la puerta tras de sí. Estiró una mano para encender la lamparilla junto a la entrada, pero se detuvo. Quieto, atento, los ojos todavía acostumbrados a las penumbras, escudriñó la oscuridad, su casa estaba completamente quieta, «demasiado».

Faltaba algo; ruido, o quizá era su cuerpo que estaba ignorando los sonidos obvios nocturnos.

Un susurro de tela. Un parpadeo: el pelinegro se giró bruscamente sacando uno de sus cuchillos del cinturón y haciendo un corte al aire que dio contra alguna especie de tela. Pero ya era tarde, una tela cayó sobre de su cabeza, y antes de que pudiera pensar nada, el mareo, el vértigo, un jadeo ahogado, y perdió el conocimiento. 

El castaño volvió a su casa después de su última ronda, le había alegrado ver que Aarón estaba volviendo a intentar decorar. Él mismo estaba pensando en hacerlo, un espantapájaros, le pediría al pelinegro de enfrente que lo ayudara a montar uno, no se negaría y si se quedaba el tiempo suficiente, sería un buen pretexto para estar juntos y finalmente sentarse a hablar. Ese pensamiento le hizo mirar hacia la casa de enfrente, iba a sonreír,más o menos, pero la sonrisa nunca brotó. La casa estaba a oscuras, tranquila, quieta, silenciosa. 

Allí dentro no había nadie. Daryl era un perro de costumbres, lo primero que hacía al entrar era encender la lamparilla junto a su puerta, la única luz que iba a usar hasta irse a acostar.

Atravesó la calle, silencioso, prestando atención, una pausa, un silencio, una respiración. Nada; abrió la puerta sin llamar. Miró en la oscuridad; la ballesta no estaba, sus cuchillos no descansaban sobre del buró, daba la impresión de que nunca llegó a casa, de que quizá lo alucinó sobre de la calle cuarenta minutos atrás. No. Una de las cortinas estaba sin nudo, Daryl jamás se los quitaba porque parecía no preocuparlo la intimidad del hogar, "Sólo vives tú allí enfrente, nadie más me va a mirar". La alfombra del sofá había sido cuidadosamente arreglada, la tonta alfombra que Daryl ni siquiera se molestaba en aspirar.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora