STEPPENWOLF

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1,BAJOS INSTINTOS

Fue demasiado evidente.

La química, tan poderosa e insistente, se accionó entre nosotros apenas mirarnos a los ojos. Yo no tenía mucho tiempo de haberme mudado a Atlanta, Georgia (luego de mi última nueva decepción en una relación con otro idiota, no un mal chico, pero todavía un maldito que me puso los cuernos alegando que fue simple instinto, su omega necesitaba, de vez en cuando, un alfa, algo que claramente yo no podía darle) cuando Maggie me presentó con él y con el resto de sus amigos.

A través de los años me he declarado un objetor contra los bajos instintos. Que una persona simplemente se deje dominar por su química corporal de alfa, de beta o de omega, olvidando que el ser humano tiene (o debería tener) la capacidad de controlarse a sí mismo.

Y entonces, Daryl Dixon.

Estaba de pie fumando en la terraza de la granja, cuando de pronto sus ojos se levaron hacia mí, y pasó "algo". Una revolución dentro de mi vientre semejante a un golpe caliente que me atoró la respiración en un instante, y aunque nos separaban no menos de tres metros de distancia, pude perfectamente notar cuando sus pupilas se dilataban.

Con todo, él, ese lobo estepario del que siempre me estaba hablando Maggie, el sucio paleto sureño (dicho con excesivo cariño), el tipo de cuero y motocicletas, que se había agarrado agolpes seis veces desde que lo conocía, en las cantinas, que bebía como marino y fumaba como chimenea y maldecía como proxeneta... Ese maldito tipo que gritaba Alfa con todas sus letras... Sólo asintió cuando nos presentó Maggie, un asentimiento, un estrechón de manos, cuatro palabras o menos en toda la reunión amistosa, y aunque ni yo pude ignorarlo y todo en él luchaba para no mirarme demasiado, en realidad mantuvo su distancia y jugó casi magistralmente con la carta de la indiferencia.

Y pasaron los meses, cinco, para ser exactos. Pese a lo poco que nos hablábamos y lo mínimo que nos tratábamos, siempre asegurándonos de no quedarnos a solas, hubo ocasiones en que los «bajos instintos» casi me traicionaron, como la noche que, ya marchándose,el tipo se despidió de mí con un beso en la mejilla, como con todos, y el momento en su piel tocó la mía el golpe de placer medio justo en la boca del estómago al mismo tiempo que mi olfato se deleitó con el aroma a colonia, cuero y sudor que desprendía el tipo.

Recuerdo otra ocasión, una noche en que Rick nos llevó a casa, primero me dejaría a mí y luego a su "hermano", pero nos tocó ir sentados juntos en el carro, atrás, y aunque había suficiente espacio, mi cabeza voló a parpadeos donde me imaginé ahí mismo montándome encima del hombre, arrancándome la ropa y suplicándole que me follara, seguro de que Daryl no se negaría y tendría una polla enorme, dura y goteando apenas le arrancara el pantalón. El pelinegro, en su lado del vehículo, viajó mirando por la ventana, tal vez luchando contra su propio demonio y fingiendo prestar atención a la charla de Rick y Michonne. Con cada mes que transcurrió, empezó a ser más difícil mantener la distancia, después de todo, formábamos parte del mismo grupo de amigos... y, segundo, porque Glenn estaba pensando en pedirle matrimonio a Maggie y Dixon y yo fuimos los elegidos por él para ser sus cómplices y hacer que fuera una declaración perfecta para la mujer.

23 de septiembre de 2009. Glenn nos citó en el Downing, un pequeño restaurante al norte de la ciudad.

Y allí estábamos los tres, Glenn hablando sobre sus ahorros para el anillo, lo emocionado y nervioso que estaba y todo lo demás, y dos idiotas frente a él intentando desesperadamente prestarle atención, aunque mi cabeza estaba embriagada con el aroma del hombre y la urgida necesidad de girarme hacia el moreno para besarlo hasta robarle la respiración; y Daryl, a mi lado, había tensado los músculos para controlarlos, músculos que al endurecer hicieron que algo en mi estómago volviera a derretirse; si por casualidad mi pierna golpeó contra la suya debajo de la mesa, fue un auténtico sufrimiento.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora