HISTORIA EN UNA GRANJA (2)

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ENAMORADO

Si hubiera tenido dieciséis y no trece, Paul habría saltado ante su revelación.

Pero hizo todo lo contrario. A su entender, Daryl Dixon era la mejor opción para un primer enamoramiento; los Greene lo querían, era trabajador, silencioso, amable, cariñoso y tímido, más allá de lo guapo que le parecía con su estatura y esos brazos de campesino y su cabello corto para soportar los calores de Georgia.

—Está esta chica, Berenice, que viene y me dice que le gusto —contó a Daryl—, ¿y qué se supone que le diga yo si ella no me gusta a mí? —Miró al joven hombre que se paseaba por la caballeriza sirviendo la comida a los caballos, mientras el chiquillo permanecía de pie recargado en una viga. La declaración había ocurrido un San Valentín, diez días atrás, y la gente no estaba dejando pasar el tema, ni siquiera su familia lo estaba ignorando, sólo Daryl parecía no saberlo o no tener nada qué comentar al respecto.

—Le dijiste que no, ya está —dijo el moreno devolviendo la comida al rincón. Rovia apretó una sonrisa en sus labios mirando los brazos del hombre soltando la tensión del peso de los sacos de grano; lo divertido de aquél enamoramiento suyo era que le parecía emocionante, y parte de la emoción estaba en que nadie se enterara que el moreno le gustaba, ni siquiera el pelinegro debía enterarse, si la gente lo aprobaba o no, no era algo que le hubiera pasado por la cabeza todavía, en esos momentos su amor sólo tenía que ser para él y gustarle a él. Consciente, de cierta manera, de que en cualquier momento se le pasaría, en la secundaria tenía bastantes ejemplos de lo poco que duraba el amor en los adolescentes. Daryl se sacudió las manos contra los pantalones vaqueros y se volvió hacia el muchacho; la intensidad de su mirada lo sacudió un instante.

—Supongo que te ha pasado muchas veces, ¿eh? —sonrió el castaño cuando consiguió hablar, miró al pelinegro, que enarcó ambas cejas e hizo un sonido con el pecho semejante a un gruñido.

El hombre le dijo que no, definitivamente a él no lo buscaban las mujeres para declararse, nunca había tenido que rechazar a ninguna chica. Las hijas de los granjeros esperaban que fueran los hombres quienes dieran el primer paso, así que no sufrió nada de eso con las amigas de Shawn.

El más joven hizo una trompetilla, no creía que Daryl Dixon no tuviera una fila de mujeres esperando para declararse, aunque le alegraba saberlo. El joven se preguntó qué haría el pelinegro si se le declaraba...

Paul siguió viniendo al moreno siempre, incluso cuando no podía.

Tomó por gusto personal, antes de subir al carro en que Annette lo llevaba a la escuela junto con Beth, ir a donde Daryl los despedía empezando su propio trabajo en el campo, y se despedía de él con un beso en la mejilla; la primera vez que lo hizo, el moreno lo miró con vaga sorpresa, pero le respondió con un beso en la frente antes de apresurarlo porque lo estaban esperando.

Cuando volvía a casa, por la tarde, apenas bajaba del coche con un salto seguido de Beth, corría al huerto donde sabían encontrarían al moreno, y Rovia se lanzaba a abrazar a Daryl sin importarle qué estaba haciendo, derribándolo más de una vez, y ya en el suelo Beth se lanzaba encima de ellos.

—Vamos al cine  —dijo el adolescente al pelinegro una tarde cualquiera.

—¿A ver qué?

—Lo que sea, sólo quiero ir al cine contigo, ¿te gustan las películas de terror?

—Pero odio el cine.

—Por favor, todos mis amigos van al cine.

—Ya, entonces vete con ellos. —El pelinegro estaba removiendo la tierra para regarla con nutrientes; era marzo y el clima caliente estaba comenzando, ese día iba apenas vestido con una camiseta ajustada por el sudor y los pantalones de mezclilla sucios de tierra.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora