SPRING SKY

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CAPÍTULO1

FAGGOT. Estaba escrito así, con mayúsculas y pintura roja y escurrida, llamativa contra el blanco pulido del casillero semi nuevo. Rovia lo leyó y suspiró pesado, la gente que pasaba a su lado también miraba en su dirección y luego hacia Paul, suponiendo que iba dirigido hacia a él, a juzgar por su aire petrificado. Paul quiso pasarlo de largo, fingir que el casillero no era suyo ni iba dirigido a él, pero sus cuadernos y libros estaban allí dentro; abrir el casillero para cogerlos sería admitir que la palabra estaba destinada a él. Pero ¿qué otra cosa podía hacer?

Cuando el Sistema lo cambió de escuela por segunda vez en los últimos diez años, cuando llegó a esta escuela, medio año atrás, pensó que lo lograría, un curso tranquilo y sus últimos años de secundaria en paz, con todo lo que eso significaba. Amigos, calificaciones aceptables, una familia de quedada que lo había aceptado junto con otros cuatro huérfanos que ya cuidaban, y prescindir de una pareja para que nadie se enterara de su homosexualidad y ahorrarse las peleas que venían con ello, por supuesto.

Seis meses. En verdad lo había estado haciendo bien. Y de pronto, esto: FAGGOT.

—Mis cuadernos están allí dentro —murmuró a Daryl cuando lo sintió detenerse a su lado.

El moreno hizo un ruido de desagrado.

—No fui yo —soltó Daryl, por si acaso.

Jesús suspiró.

—Por supuesto que no fuiste tú —dijo Paul cerrando los ojos un segundo o dos.

Tenía que abrir ese casillero y sacar sus cuadernos, no podía llegar a la clase de la señorita Paitsch sin la tarea o le mandaría un reporte, y tenía que devolver un libro a la biblioteca o pagaría noventa centavos, por no mencionar que allí estaban sus cosas de deportes.

—¿Sabes quién lo hizo? —preguntó Daryl—, puedo arreglar esto. —Daryl solía usar la mala fama de su apellido en la secundaria para intimidar a otros gamberros y que se disculparan, dejaran de hacer lo que hacían, o directamente se agarraba a golpes con ellos.

—Te lo agradezco, pero no puedes hacer nada. No sé quién lo pinto, pero sé quién mandó a hacerlo —dijo el castaño torciendo la boca.

Jesús sabía con certeza que esto tenía que ver con el director Gregory, habían tenido una discusión una semana atrás, cuando Jesús volvió a la secundaria con la medalla de plata en las competencias interescolares de artes marciales, pero se negó a dejar la medalla para congratular al colegio, después de todo, la escuela ni le pagaba ni le daba los entrenamientos, ni le había apoyado con los gastos de uniforme y traslado; pero Gregory parecía creer que se merecía esa medalla únicamente porque había sido un alumno de su escuela quien la ganó en competencias. Habían discutido en la dirección, y Gregory había sacado a relucir que sabía su secreto, el motivo por el cual lo habían cambiado de la escuela.

——El director se enojó porque no quise dejar mi medalla para su salón de trofeos —murmuró Jesús bajando la mirada—, ésta es su venganza. Es como un niño de secundaria creyendo que puede acosar o humillar a otros en sus berrinches.

Pero podía hacer cosas peores, porque a Gregory no tenía con quién acusarlo. Podía llevarlo a la corte escolar, sin embargo, sería demasiado tiempo y esfuerzo para que al final sólo hicieran que se disculpara o algo así, luego volvería a su puesto y haría todavía más miserable los últimos días de Paul.

En aquél momento sonó la chicharra llamando a clases.

Paul soltó un chillido.

Daryl bufó, se adelantó, abrió el casillero de un golpe violento, sacó los cuadernos, libros y credenciales. Cerró el casillero con la misma violencia mientras todo el mundo corría a sus salones. Le entregó las cosas a Paul y le hizo un gesto para que se apresuraran ellos también.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora