ÉGIDA (2)

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RAEDA ET DISCIPLINA

—Mira quién vino por fin —saludó Merle con enorme sonrisa torcida—, te tomaste tu tiempo, pequeño hermano.

Fue donde el moreno y lo abrazó con violento cariño.

El moreno le regresó el abrazo lo mejor que pudo, su herida dolía apenas y había sanado correctamente: Merle llevaba medio mes habiéndose unido a los entrenamientos, parecía que el ejercicio y la disciplina le hacía bien al ánimo, aunque tal vez lo animaba,más bien, comenzar a pelear y ganar dinero.

Del punto de vista de Merle, este era el mejor modo de ganar dinero, tener techo, comida, la seguridad de muros y mujeres (una vez que empezaran a ganar peleas): el hombre se lo había dicho al pelinegro, sus planes debía creerlos la mejor de sus ideas, y discutió con el moreno cuando éste le dijo que prefería seguir viviendo al día cazando su comida y vagando en los bosques.

—Sí, como sea —fue su respuesta—; ¿qué hay aquí?

—Siete idiotas que quieres ser peleadores —se encogió de hombros Merle—, tendrás que ponerte al paso, lo que no habría pasado si me hicieras caso y te hubieras dejado de retorcer cuando nos compraron.

—Te dije que no quería.

—No tienes nada mejor —volvió a encogerse de hombros—, ¿pretendías quedarte solo en la miseria toda la vida? No, hermanito, tú tienes que quedarte conmigo, solo por tu cuenta morirías, lo sabes.

Decía eso, pero el moreno recordaba que Merle solía desaparecerse por un par de días de cuando en cuando y él, personalmente, estaba bastante bien esos días sin Merle. Pero jamás se lo diría, su hermano intentaba cuidarlo y Daryl temía que Merle se metiera en serios problemas sin él.

Estaban en eso cuando Kal apareció. Aquél era un soldado que se encargaba de los entrenamientos, de custodiarlos y vigilarlos, podía ayudarlos con recomendaciones si alguien se los pedía, pero en general los peleadores jamás hacían eso y cada uno entrenaba a su manera y luego se pegaban entre ellos para practicar las luchas. Kal les abrió el cuarto que servía de gimnasio.

—Vamos hermanito, te enseño, con todo lo que has estado en cama seguro que te hacen falta muchas abdominales y sentadillas, ¿eh? —Golpeó su estómago como dando a entender que había engordado.

Daryl miró a los otros hombres ponerse a correr, saltar, hacer los ejercicios clásicos de un entrenamiento normal.

Merle, que tenía un entrenamiento de sus días en la correccional, llevó al pelinegro aparte y lo hizo cargar un tronco caído, debía levantarlo y arrastrarlo, dejarlo caer y volverlo a levantar para dejarlo caer una vez más.

El moreno, que jamás tuvo un entrenamiento apropiado y no quería pelear con su hermano, obedeció; Kal vino a él amablemente para enseñarle el modo correcto de sujetar un tronco, y le sugirió que, antes de cargarlo o arrastrarlo, agarrara condición pasándolo de un hombro a otro, algunas repeticiones para despertar los músculos, quizá, y el pelinegro lo hizo, siguiendo con la mirada a su hermano que se fue a golpear un saco de box, golpeando como imaginando que era algún viejo contrincante de cantina. A su alrededor, el que saltaba la cuerda, el que corría, el que peleaba con alguien invisible, y el que hacía lagartijas con una sola mano.

Daryl se quedó mirando a un chico alto y de cabellos chinos, el que saltaba la cuerda concentrado en lo suyo, y luego miró a otro hombre especialmente atractivo, el tipo de galán que habría sacado más dinero con mujeres que quisieran sexo; alto, esbelto, castaño con cabellos ondulados y grandes ojos azules, pecas en la cara y labios carnosos.

El hombre debió sentir la mirada del pelinegro, porque dejó de hacerlo que hacía y se volvió hacia él con aire petulante. Le preguntó si quería pelea, mientras se tronaba los nudillos, pero el moreno decidió ignorarlo y seguir con lo suyo.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora