SNOWFLAKE (2)

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6

—Pensé que eras virgen —comenté más bien por distraerme.

Aunque nunca he sido especialmente quejica para con las heridas, créeme que cuando digo que lo que vi en mi pierna iba más allá de lo que me gustaría ver, no estoy exagerando. En el momento en que Alex se sentó en la cama para quitarme el entablillado improvisado, no pude sino apartar la mirada y la fijé en Jesús. El muchacho yacía de pie a un costado, atento en gran medida a lo que hacía el enfermero, aprendiendo, tal vez, memorizando, yo habría hecho lo mismo si no fuera mi pierna lo que se estaba a punto de atender.

Jesús apartó su mirada de las manos de Alex y se elevó hasta mis ojos, como si por un segundo no comprendiera mis palabras.

—Nunca nos acostamos —me dijo cuando entendió—. Salimos por unos meses, tal vez un año, pero terminamos y volvimos ocho veces, créeme, no llegamos a la cama—, rodó los ojos y vi su rostro sonrojarse.

—Ah —mascullé, aferrado a no mirar.

—Sí, ah —dijo Alex sacando de un bolso una anestesia local en versión aerosol—. Considerando los diez meses y medio que fuimos y vinimos, yo diría que sólo juntamos siete meses de todo eso. Pero no llegamos a la cama no por ello, créeme —dijo y no supe a quién de los dos nos hablaba.

—Alex... —pidió Rovia—. Yo... no creo que...

—No creo que tu chico se insulte de saber que siempre me diste una negativa de llegar a la cama porque estabas reservándote para él —dijo el enfermero como si nada—, me insultaría, pero ya que al parecer en verdad te guardaste hasta poder tener sexo con él... en fin, está bien.

Rovia y yo compartimos una mirada, él trató de sonreírme un poco tímidamente mientras sus mejillas se teñían de un rojo intenso, y yo sólo me quedé aturdido ante aquello. El tipo no sólo sabía mi nombre, el de mi hermano, a qué me dedicaba, la ruta en que cazaba y todo eso, el tipo había estado esperando poder perder su virginidad conmigo.

—Las puntadas estuvieron bien, pero no frunciste suficiente la piel y corre el riesgo de desgarre —siguió Alex, ajeno a nosotros. Lo vi sacar de su bolso hilo quirúrgico y aguja, y mientras sus manos hacían el trabajo de arreglar las costuras para reforzarlas, yo sólo atiné a pensar, Ah, de aquí lo aprendió—. El hueso parece haber regresado a su lugar de un modo correcto, sin embargo, mejor es no arriesgar, no podemos dejar que el hueso trate de resistir peso mientras el músculo todavía está desgarrado.

La piel quemada por el frío, por otro lado, me dijo, estaba muerta y  caída, debajo podía verse la piel nueva que estaba creciendo. El hematoma de la pierna todavía estaba oscuro, pero eso tampoco debía ser un problema, y cuando terminó con las costuras y de cortar algo parecido a pellejo muerto de mi pierna, mandó a Jesús por agua tibia y preparó el yeso de una bolsa plástica y remojó las vendas; lentamente, la bota de yeso se fue construyendo.

Recomendó que durmiera con la pierna en alto para que la circulación continuara del modo adecuado y los moretones se fueran, dejó a Paul el frasco con la anestesia y se despidió de nosotros con lenta calma, aceptando los ocho billetes que el castaño le ofreció por la consulta en casa. Alex me dijo que había sido un gusto finalmente conocer al «famoso Daryl Dixon», y se fue.

Rovia salió con él y no volvió a casa sino hasta cuarenta minutos después.

—Bueno —me dijo—, finalmente estamos en el camino correcto de que te recuperes. Le pregunté y me dijo que debes quedarte con la bota al menos cuatro semanas, luego vendrá de nuevo para quitarla, revisar, y decidir lo que siga.

—Cuatro semanas —mascullé, me pregunté si Merle estaría preguntándose por mí o sólo haciendo corajes creyendo que finalmente sí lo abandoné; miré la bota dura de yeso ya seco.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora