NANNY (2)

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CAPÍTULO 3

—No pretendo seguir viviendo un día más en una casa que no está decorada —dijo Paul con aire tajante, cruzándose de brazos delante de la caja donde estaban las decoraciones del hogar que el moreno había bajado del ático. Estaban a ocho de octubre y lo único que decía que pronto sería Halloween era el porche junto a la entrada—. ¡Todos, ahora! —Miró a la madre y a sus hijos, énfasis en Ash, que seguía mandando un mensaje por su teléfono móvil.

—¿Estamos seguros de que queremos que se quede a vivir con nosotros? —dijo Ash, tecleando, con una sonrisa bailando en sus labios, y riendo por lo bajo cuando lo golpeó en la cabeza una servilleta de papel.

Era jueves y no parecía el mejor momento para poner a la familia a decorar la casa, pero definitivamente quería hacer esto ahora, necesitaba olvidarse un poco del asunto aterrador de los fantasmas, y Halloween era todo menos aterrador: así que lo siguiente fue abrirlas cajas, separar por secciones y dejar que cada quien se encargara de algo. Paul tomó los falsos murciélagos que fingían dormir de cabeza y los acomodó por todo lo largo del techo del porche. Ash extendió los dos letreros que rezaban "Halloween" y "Dulce o Truco" y los extendió en las ventanas verticales junto a la puerta, el falso cráneo al que se le iluminaban los ojos, fue colocado por la madre de familia de tal manera que sus ojos brillaran cada vez que sonara el timbre, al tiempo que soltaba una carcajada.

Micah, por su parte, se encargó de colocar la corono de otoño en la puerta trasera, y luego, todos juntos se unieron para colocar un espantapájaros con cabeza de calabaza en el patio, y un par de esqueletos que fingían trepar por la casa tratando de entrar por las ventanas. Por dentro, sin embargo, la casa se mantuvo más bien intacta, apenas con algunos pequeños detalles porque Rovia no pretendía estar haciendo la limpieza de una casa atiborrada de decoraciones; así, para cuando Sam despertó de su siesta, Rovia la cargó y la llevó afuera para que viera las decoraciones con luces de colores, fue toda una cosa, sin embargo, que estando allí parado con la bebé en brazos, al elevar la vista, en la ventana del dormitorio del pelinegro, notó la silueta de alguien parado detrás de las cortinas.

Un parpadeo, sólo eso , y había desaparecido.

—Por fin somos una familia normal —dijo la niñera con una trompetilla mientras todos volvían adentro.

Dejó a Samantha en el felpudo al cuidado de sus hermanos un momento, a la madre terminando de instalar el sistema inalámbrico del timbre, y con el pretexto de guardar las cajas de decoraciones una vez más en el ático, subió y fue directo al dormitorio principal. La puerta estaba cerrada, por supuesto, y las luces apagadas, de manera que no tenía sentido que hubiera visto una sombra. De todos modos, estiró una mano para tomar la manija... y se detuvo.

Por la rendija inferior de la puerta, a la altura del piso, «definitivamente» pudo ver la sombra de alguien o algo que se detenía del otro lado de la puerta, esperando a que abriera. A su mente regresó la imagen de aquella sombra sonriéndole y llevándose un dedo a los labios.

Retiró la mano.

—¿Quieres ayuda con eso? —subió el moreno por las escaleras—. ¿Alcanzas?—se burló, la entrada del ático era una trampilla y para bajarlas escaleras había que alcanzar la escotilla, bajarla, tirar de ella y dejar que las escaleras descendieran; Jesús alcanzaba, por supuesto, aunque necesitaba ponerse de puntillas.

Paul le enseñó el dedo medio todavía sujetando las cajas vacías y respingó la nariz mientras el moreno se reía y abría la escotilla. Dejó que Jesús subiera, apenas recomendándole que tuviera cuidado allá arriba, y procedió a entrar a su dormitorio.

La ventana estaba abierta y el frío casi nocturno se colaba adentro bajando considerablemente la temperatura: cerró la ventana echando un vistazo al esqueleto que trataba de entrar a su cuarto y por un momento tuvo un flash back recordando alguna tarde mucho tiempo atrás cuando su padre dejó una osamenta todavía con tierra en el alfeizar de la ventana del cuarto donde vivía en la mugrienta cabaña del bosque de Augusta. Sacudió la cabeza, apartando el recuerdo, y fue a su cama para encender la lámpara de piso; el "clic"reconfortante del sonido, previo a que el dormitorio se iluminara,sin embargo, fue acompañado por la sensación de un suave roce en sus pies descalzos. Terso, suave, húmedo y helado. Apartó el pie como quien ha estado a punto de pisar un ratón muerto, y bajó la vista en el momento exacto para notar que algo se ocultaba debajo de su cama; hincó una rodilla y se asomó. Nada, nadie. «Me encontraste, felicidades», pensó sin humor.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora