LOST IN THE SUMMER

678 36 23
                                    

PRÓLOGO

El reloj marca las 10:50 de la noche.

Es una cálida noche a principios de junio. El castaño yace sentado frente a su escritorio con el ordenador encendido y concentrado en su vago intento de escribir una carta de agradecimiento a la universidad por haberlo aceptado. Aunque en realidad no había muchas opciones de negarse, era una universidad sencilla que quizá no tendría pronto otra oportunidad para recibir el dinero de un matrimonio adinerado para que su hijo estudiara allí. Jesús había presentado el examen de admisión tres meses atrás para la carrera de comunicaciones, nisiquiera tendría que mudarse, la escuela le quedaba a una hora de viaje y su padre había prometido comprarle un carro como regalo si se quedaba. Cuatro días atrás, finalmente tuvo la carta de aceptación y ahora él debía mandar de vuelta una de agradecimiento y aceptación... junto al primer pago de su inscripción.

Rovia está concentrado releyendo los renglones que ha escrito, cuando escucha un suave sonido en su ventana, y tarda un instante en comprender lo que ha sido.

Ágil, se levanta y va allí.

Recorre la cortina y mira hacia el árbol que está justo frente a su ventana, y en las penumbras de la noche distingue la silueta perfecta del moreno, abre la ventana completa y le hace un gesto para que entre, orden que obedece el otro muchacho al momento.

El pelinegro tiene veintiún años, tres más que Rovia, es media cabeza más alto y considerablemente más ancho, pero usa ropa que le queda tan grande que a menudo parece más enjuto. Paul cierra la ventana, corre las cortinas y se vuelve hacia su visitante nocturno.

Sabe que algo va mal apenas nota que el moreno lleva puesta una sudadera con la capucha en la cabeza y las manos metidas en los bolsillos, porque es junio y el pelinegro jamás anda con esos calores usando algo más que playeras y quejándose del calor a cada instante, pero ahí está, con su sudadera, y lo ve inclinarse mirando la pantalla del ordenador para leer lo que escribe, de espaldas a Jesús.

El pelinegro asiente a lo que lee y va al librero, siempre dándole la espalda a Rovia, y finge entretenerse en los títulos de los libros que, para estas alturas, debe haber memorizado.

Rovia cierra el ordenador portátil, suspira pesado y va donde el pelinegro cogiéndolo de un brazo y prácticamente obligándolo a volverse; de todos modos, el pelinegro intenta apartar el rostro, en cambio señala la computadora y pregunta con las manos, "¿universidad?", haciendo la señal de escuela y luego la señal de grande, que juntas forman la palabra que está buscando, pero Paul no le responde, sus ojos están concentrados en la cara ennegrecida, en el labio roto que se lame mecánicamente y en el ojo hinchado, un poco de sangre seca en la nariz. Rovia le quita la capucha y pasa distraídamente las manos por el cabello sumamente corto, lo lleva así para que no vaya a sujetarlo por los cabellos y lo lastime más, incluso.

Un día te matará, escribe Jesús con las manos. El pelinegro arruga la cara negando, y sisea de dolor por la hinchazón; "Esta sería la última", escribe el pelinegro con sus propias manos, y muestra el meñique en un ademán de "promesa".

Jesús le señala la cama y hace la señal para que se siente y espere, y el pelinegro se sienta mordiéndose un labio, esperando con calma mientras Paul sale del dormitorio y atraviesa silenciosamente, de puntillas y descalzo, el corredor hasta el baño, sus padres adoptivos están en la planta baja mirando la televisión y es probable que se queden allí hasta tarde, el dormitorio principal está en la planta baja, de todos modos.

Cuando Paul vuelve trae consigo un botiquín de primeros auxilios, se sienta junto al moreno y procede a limpiarle con agua oxigenada la sangre seca y las heridas abiertas. Sonríe un poco cuando Daryl sisea de nuevo al sentir picazón en su labio y Rovia le sopla para bajar el escozor.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora