BROOKLYN BABY

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La señora Evergreen los llama «el club de los vándalos de la avenida indomable».

Mercedes Grayhood, que es más exacta en su apreciación sobre de ellos, les dice Los hijos de nadie, y no es que en realidad hayan brotado de la tierra sin necesidades paternas, ni siquiera es verdad que no tengan padres del todo –excepto el chico con ínfulas de Jesús–. Por supuesto que tienen padres, simplemente que éstos no sirven para nada y los muchachos más bien van por su cuenta haciendo lo que pueden y lo que les da la gana, no precisamente en ese orden. El mayor de todos es el chico Daryl Dixon, pero la líder indiscutible era Rachel Mosh, siete semanas más joven que él.

Luego están Fredy, Julia y Rocky, que en algún punto del año han cumplido los 17.

El huérfano Paul Rovia, que dos meses atrás acaba de celebrar su cumpleaños número 16, y el muy joven James Martelli, cuya edad lo convierte en un niño de doce años y que, sin embargo, la vida lo ha tratado como si de un chico de catorce fuese; el cómo es que acabaron todos juntos podría describirse como un conjunto de casualidades e infortunios.

En realidad no importa cómo se fueron juntando, sino que, todos juntos, conformaron aquél grupo de capullos adolescentes que se juntan lo mismo en un edificio abandonado de departamentos que nunca terminaron de ser construidos, que debajo del viejo puente Mabelinne, por donde atraviesa el canal de Santa Sofía.

Se juntan todos los días y pasan largo tiempo ahí reunidos, escapando de sus casas, de sus familias y de sus vidas, lo mismo comiendo, bebiendo, fumando, jugando, bromeando, bailando, cantando, o sólo desapareciendo del mundo un rato.

Dixon, Rachel y Julia, trabajan por las mañanas mientras el resto está tomando clases, pero en punto de las cuatro de la tarde y hasta que se hace demasiado tarde, suelen quedarse juntos en sus reuniones clandestinas, y los fines de semana se quedan juntos todo el tiempo porque, de hecho, las reuniones de los viernes suelen durar hasta que amanece y, de poderse, se quedan juntos sábado y domingo.

Y ni siquiera el mal clima impide que se junten. Ni la peor tormenta veraniega o la más cruenta nevada se comparan contra tener que quedarse en sus casas soportando a sus familias, siempre es mejor tiritar con los amigos al rededor de un bote donde queman basura, que quedarse soportando ebriedades, insultos y golpes, el hambre con los amigos suele saber a alcohol, marihuana y papas fritas, no a reclamos y escupitajos.

Sí, quizá entre ellos se hacen la peor de las compañías, pero cuando están todos juntos se siente casi como "familia".

***

Correcto, esta historia empieza el 2 de enero, una fecha que no puede quedar en el olvido porque, de hecho, es el día en que Dixon cumple los 18años, y aunque Merle ha sugerido llevar a su hermanito de putas y a beber con sus amigotes, el pelinegro pide, en cambio, un día para tener la casa para él y sus amigos, y Merle se burla, ¡por supuesto que lo hace!, esos no son amigos, son prácticamente una guardería de críos sin familia ni nada importante de futuro...

Pero igual acepta y ese día le deja la casa libre a Daryl.

Así que los amigos llegan temprano en la mañana; es una mañana fría con el sol brillando contra la nieve que cubre el paraje, y la casa de los hermanos Dixon es pequeña, mucho, pero no es algo que a ninguno de ellos pueda importarles. Rachel lleva la mochila llena de botellas con cerveza, Rocky ha conseguido varias cajetillas de cigarro, Rovia ha hurtado un alijo de hierba y el pelinegro pone en la radio la música alto. Fredy y Julia, en cambio, llegan con papas saladas y refrescos para acompañar la fiesta. Iron Maden suena de fondo con Wasted Years, hacia el mediodía, cuando Jesús finalmente abre las cervezas y brinda con todos por el cumpleaños número dieciocho del pelinegro.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora