CONSIGNMENT TO LIMBO (3)

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8

—Y tú te tienes que ir —repite la mujer una y cien veces. Recorre la casa ahumando con las hierbas que quema, sacudiendo el humo en cada esquina y cada rincón, mientras el moreno, Wes y Rovia permanecen en la sala. La escuchan hacer una especie de oración en algún otro idioma que el moreno ni siquiera está seguro de que sea real; ahora es de noche y lo único que los alumbra son las velas. En algún momento, justo cuando Janet entra en el dormitorio del castaño, la luz eléctrica se va con un zumbido quedo y, un parpadeo después, todas las velas se apagan. En el silencio repentno que se forma, los tres están seguros de escuchar, en algún lugar de la casa, arañazos, como si alguien estuviera arañando un pizarrón, probablemente. 

El pelinegro va a preguntarle a la mujer si está bien, pero ella sigue allá en el dormitorio haciendo su rezo y repitiéndole al fantasma que se tiene que ir. Hay un momento en que dejan de escucharla.

En el silencio, sin embargo, ahora Wes está seguro de escuchar una voz demasiado cerca de él, una especie de gruñido que dice «Jamás».

Paul, de pie medio abrazado al moreno para mantenerse en equilibrio sobre su pierna buena, siente claramente una respiración contra su nuca que lo hace voltear, pegándose más al pelinegro, pero la sala está tan a oscuras que no se puede ver nada, y entonces, en el corredor, empiezan los pasos. Alguien parece estar caminando en un ir y venir; los pasos abandonan el pasillo caminando por toda la casa, a veces tan cerca que Paul está seguro que pasa a su lado y luego oye como si caminaran alrededor de ellos, pero no hay nadie allí, la puerta principal se abre, la puerta del pelinegro se azota, las cortinas se mueven solas...

—No eres bienvenido aquí —regresa diciendo Janet.

Los vidrios crujen, los pasos continúan caminando por todos lados, se escuchan llantos como de niños pequeños, o gatos maullando desesperados, quizá, y alguna pelota rodando, o canicas, o...

—¡No eres bienvenido aquí! —grita la mujer.

Silencio.

Las velas se vuelven a encender.

El silencio y la paz dominan de pronto la sala. La electricidad también regresa. Wes se apresura a ir a encender la luz, mirando con ojos inmensos a Paul, porque esto es el tipo de cosas que le contará a Alex y el enfermero no le creerá, y Paul está pensando lo mismo para cuando se lo cuente a Maggie, el moreno, sin embargo, está más concentrado en mirar el lugar.

—¿Qué diablos...?

La mesa de centro está de cabeza, los sillones han sido empujados, el mueble de la tele parece arrastrado, la mesa en el comedor se encuentra inclinada, las sillas se apilan una contra la otra, en la cocina todo está abierto, cada cajón y cada puerta de la alacena, en el corredor el retrato se bambolea... La cama del castaño también está empujada a un rincón, la ropa del pelinegro ha sido regada de nuevo por toda la habitación, es como si hubiera temblado y todo se saliera de su lugar.

—Es aterrador —murmura Wes, y su madre le pone una mano en el hombro y explica que fue el ente queriéndose esconder, pero el humo llega a todas partes sin importar el rincón.

—Van a dejar que las velas se consuman solas —le explica a la pareja—, no deben de apagarse antes de consumirse por completo, si pasa, significa que necesitaremos una sesión más, ¿correcto?, de lo contrario, pueden estar en paz —sonríe.

Madre e hijo ayudan a acomodar la casa. Jesús prepara la cena, entre tanto, y mientras comen juntos Janet les explica sobre su gusto por lo paranormal y todo eso. Es una cena tranquila, amena, Wes se ríe y se emociona como un niño que acaba de ver la mejor película de su vida, le habría gustado grabarlo para mostrarle a Alex.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora