38 VELAS

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LA LLEGADA.

La mansión es un digno espectáculo para los ojos.

Veja, antigua, de cuatro plantas, con un jardín delantero y un pequeño patio trasero, altas paredes de piedra blanca, ventanales, techo de aguas con tejas rojas, una fuente oscura con un pequeño ángel alado que parecía apunto de echar a volar... Era como sacada de un cuento de hadas, hasta que había que entrar y vivir en ella.

Jesús se estremece apenas verla, y en verdad habría preferido llegar temprano en la mañana, pero nadie podía antes de esa hora y él no iba a entrar en esa casa sin alguien que lo acompañara, así que ahí está, de pie frente al portón de rejas blancas que permite mirar el interior claramente. La típica casa embrujada en la cima de la colina, por suerte no es en un sitio solitario, hay casas en la colina y la casa vecina está al otro lado de la calle. En su mente analiza la posibilidad de tener que ir allí en algún momento para pedir ayuda.

Bien reza el dicho, pedir ayuda te hace más fuerte, en su caso, cuando menos, te da más tiempo para estar vivo, se dice a sí mismo.

Le encantaría no tener que estar allí, cuando se mudó se juró a sí mismo que no volvería, sin embargo, se lo debía a la abuela Mina. Willemina Barrington había muerto pocos días atrás, a la noble edad de noventa y siete años, de manera que Jesús en realidad sólo la recordaba vieja, eternamente anciana, como su casa, y había sido una anciana siniestra, pero todavía una buena mujer macabra. La Abuela Mina, mujer de edad, con todos sus hijos casados y con hijos y viviendo lejos con sus propias familias, había donado su tiempo, casa y fortuna al Sistema, de modo que recibía a niños sin padres para que vivieran con ella y a cambio ella les quitaba de un peso al gobierno estatal. Rovia había sido uno de esos niños que fue enviado a vivir allí.

El Sistema estaba buscando a su madre, que sabían que existía pero no la hallaban, y aunque la mujer había abandonado a su hijo con todo y una carta, el niño no era adoptable por sí poseer una familia, así que luego de una casa grupal de donde fue echado a los trece años, lo mudaron a la casa Barrington. Sus problemas con la antigua familia había sido uno, la intolerancia del matrimonio católico cuando se enteró que el niño acababa de descubrir que era maricón, y su seudo hermano Daniel Saunders, que lo creyó motivo suficiente para empezar a molestarlo, y cuando Jesús se hartó de ser molestado, los dos chiquillos resolvieron las cosas como niños, a golpes.

El matrimonio eligió entre ambos y, por supuesto, eligieron al heterosexual. Willemina tuvo el informe del motivo de su cambio de familia, pero sólo el asunto de la pelea.

De todos modos, la mujer cuestionó la realidad a Paul y cuando el adolescente le confesó que era gay, la anciana asintió, «Te gustan los hombres, ¿eh?, bueno, ya tenemos algo en común. Ve a tu habitación», así de fácil y Rovia se quedó. Por esos días la mansión tenía recibido alrededor de siete niños, pero Jesús, introvertido como era, nunca llegó a hablarles mucho y sólo hizo amistad con unos pocos a los que sí e atrevió en su momento a llamar hermanos.

La Abuela Mina fue una buena mujer, silenciosa, amante de la lectura y el arte, que tocaba el piano a las cuatro de la mañana cuando no podía dormir, que se encerraba en el cuarto de las velas por horas enteras, siempre vestida con amplios vestidos negros conservando el luto por su esposo muerto cerca de una década atrás.

Paul nunca se consideró cercano a la anciana, pero sabía que era verdad cuando ella decía Somos del mismo tipo de árbol, porque Paul podía quedarse en el mismo cuarto que ella por una hora entera, ambos leyendo al calor de la chimenea, aprendió un poco de piano, le gustaba pintar en sus ratos libres, y escapaba de los grandes grupos encerrándose en su cuarto.

Cuando Rovia cumplió 18 años, prácticamente salió huyendo de allí, pero no desamparado; Mina le dio de regalo, una propiedad que era un pequeño edificio de dos plantas. Allí, Jesús vivía en la planta alta y rentaba la planta baja, con lo que obtenía dinero cada mes. Enterarse de la muerte de la anciana le dio pena y le dio miedo en una mezcla aleatoria del sentimiento, entonces se enteró que sus hijos se estaban peleando la propiedad y las cuentas bancarias en una disputa legal que podía durar muchos años, el viejo Gregory estaba dispuesto a gastar mucho en abogados con tal de quedarse con todo lo que una vez había sido de su madre. El asunto era que Mina había dejado un testamento guardado en alguna parte de su casona, y el castaño, como pago y agradecimiento por todo lo que le debía a la mujer muerta, decidió encontrarlo y entregarlo al notario. Con todo, no pretendió nunca entrar solo a esa casa, tendría que buscar el documento y eso podía tardarle muchos días enteros dadas las dimensiones de la mansión, así que cogió el teléfono, llamó a sus hermanos, habló con ellos y acordó la búsqueda del testamento.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora