PAPARAZZO (2)

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5

Nadie supo a qué hora se fue Paul.

Aquél día también apareció de imprevisto en la filmación, y permaneció sentado en la silla de Adam bebiendo una soda mientras miraba al pelinegro practicar un movimiento con la espada con ayuda de su entrenador personal.

Pero en algún momento ya no estaba en la silla y nadie supo a qué hora se marchó, y el pelinegro no preguntó. Terminó su última grabación del día hacia las dos de la tarde y se fue directo a su remolque para bañarse y cambiarse.

—Ey —sonrió Paul al verlo subir—. Prendí el aire acondicionado. —Daryl apenas se sobresaltó al encontrarlo en su camerino, paseándose y curioseando entre las pequeñas fotos pegadas aquí y allá.

—Seguro —murmuró y entró a la ducha del rincón.

—No sabía que tenías una hija —dijo Jesús desde afuera.

—No la tengo —respondió, sabiendo perfectamente de la foto a la que se refería—. Es de Rick. —Tenía una fotografía en su espejo donde estaba él cargando en hombros a una pequeña y rubia bebé de dos años que sonreía felizmente a la cámara mientras él hacía la V de victoria.

—Te ves bien con niños. ¿Andrea y tú planean tener alguno?

El moreno hizo un ruido a eso. No estaba teniendo hijos él, sería un pésimo padre, y si Andrea seguía decidida a tener un hijo en unos tres años, bien podía conseguir quién se lo hiciera, él no. Daryl salió de la ducha con la bata de baño puesta. Fue al banco acojinado y procedió a vestirse mientras Paul le daba un momento de intimidad concentrándose más bien en las demás fotografías; esa del moreno y Rick sentados en un carro durante el descanso de alguna grabación en la primera temporada, fumando compartiendo un cigarro. Esa del moreno de pie pasando una mano por un hombro de Andrea con la mujer de gafas para sol y sonriendo a la cámara; esa del moreno subido a su motocicleta con una pequeña rubia de coletas que finge conducir la motocicleta sentada delante del mayor.

Una fotografía de un Daryl tremendamente joven de pie, no precisamente feliz, al lado de otro hombre mucho mayor que enseña un dedo medio a la cámara, el tipo tiene una sonrisa torcida. "Merle", dice la voz del moreno detrás de Jesús, y el joven da un respingo antes de volverse, con el pelinegro a centímetros de él. Merle es su hermano mayor, lo quiere, puede decirlo, pero no lo soporta, y dejaron de hablarse hace años cuando el pelinegro escapó de Augusta para venir a Atlanta a buscar futuro.

—Merle creyó que volvería como un perro pateado, no le gustó nada que le llamara para decirle que tenía trabajo, y menos aún cuando me vio en una revista modelando. Cree que se la chupé a alguien para que me pusieran a modelar, mi cara no vale oro y tengo el cuerpo roto—; recuerda a Merle gritándole que regrese antes de que terminara siendo la perra de alguien para poder prosperar en ese mundo de vanidades.

—Eres guapo —lo contradijo Jesús, y elevó una mano tocando el contorno de su rostro.

Daryl torció la boca por contestación.

—¿Terminaste aquí? —preguntó Jesús; sus rostros peligrosamente cerca. El pelinegro asintió.

—Todavía no podemos dejar que nos vean juntos —le recordó Daryl—: peligro de paparazzi.

Jesús asintió.

Salir juntos es un peligro para el secreto de producción y ellos no quieren arruinar la sorpresa, así que deciden pasar el día juntos en uno de los sitios favoritos de Dixon. Hay un Bar-Club llamado B62, hay habitaciones completas para rentar, con mesas de billar, juegos de carta, comida que te suben las chicas de escotes pronunciados y pantalones ajustados, sillones, televisiones... Paul se coloca el casco, como siempre, y salen de allí en la motocicleta con algunos mirándolos adivinando que Jesús no se había ido aún; nadie ve extraño que se sigan tratando, sus personajes necesitan parecer cómodos juntos y Dixon es un tipo al que hay que tratar mucho para que se acomode a alguien.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora