Historia en una Granja (3)

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LO MARAVILLOSO DE TODO ESTO

Beth soltó un chillido y salió corriendo de la casa con una caja de medicamentos en las manos. Arrojó la caja al pozo de la propiedad y miró a Maggie cuando su hermana salió detrás de ella preguntándole qué diablos estaba haciendo.

Beth había descubierto que su hermana tomaba pastillas para no quedar embarazada.

Fue la anécdota más divertida de la granja en aquel año de 1990. Beth tenía recién los doce años y en el colegio habían comenzado a hablarle de temas de su edad, desde incomodidades como el sangrado hasta temas de reproducción y prevención, fue así como supo que las pastillas de su hermana eran para no tener hijos. Las dos hermanas se gritaron, Paul nunca realmente supo de qué, simplemente miró la escena a la distancia sentado en la baranda de los corrales, con Daryl a su lado de pie fumando un cigarro en medio de uno de sus descansos. Si Paul no fue capaz de prestar atención a la discusión fue todo culpa de Daryl, que llevaba una camisa abierta por el calor que apenas iniciaba y unos ajustados pantalones de mezclilla.

—Me acuerdo cuando encontré tus condones en el armario —soltó Paul y sonrió cuando el moreno se atragantó con el humo—, ¿todavía los guardas ahí? —miró de soslayo al pelinegro.

—No, los cambié al cajón. ¿Necesitas? —se obligó a preguntar.

—No —rió Paul—, ¿con quién?

El castaño rió grande y abierto, con la cabeza echada atrás y mostrando todos los dientes.

—No sé. No me hablas de tus parejas.

—Ni tú a mí de las tuyas.

—No tengo, estoy aquí todo el tiempo.

Miró directo al castaño, los dieciséis años lo habían convertido en una belleza: aunque no había crecido mucho todavía, era delgado, esbelto, sus cabellos algo crecidos en un color de miel quemada se sujetaban como una cola de conejo en su nuca con mechones rebeldes por la cara, tenía dos pequeños y deslumbrantes ojos azules y se rasuraba a menudo. Con su larga camisa holgada negra y sus pantalones de carga y sandalias, era prácticamente un modelo allí sentado sonriendo y riendo.

—Tampoco tengo mucho tiempo —dijo entonces el más joven—, escuela, entrenamientos, Billy me está enseñando a tocas la guitarra, la granja... y mi poco tiempo libre lo paso contigo, Daryl Dixon.

—¿Ahora soy el culpable?

—Pero no te estoy cambiando por nada del mundo —le dedicó una sonrisa.

—Pinchazo.

—Además, sólo tengo dieciséis, no soy el que se acerca peligrosamente a los treinta, soltero a pesar de parecer un maldito modelo de cigarros. —Enarcó una ceja hacia Daryl, sabiendo que le desagradaban los elogios sobre su físico. El moreno estaba consciente de que tenía buen cuerpo debido al trabajo en el campo, espalda ancha, piernas firmes, brazos grandes... pero seguía decidido a pensar que era feo y a menudo se rascaba su lunar encarnado, cuando lo hacía, el joven quería lamerlo, jugaría con su lengua con ese lunar y llevaría su lengua a la oreja, o al cuello, y lo marcaría como suyo hasta hacerlo gritar para luego...

Paul se atragantó con su propia saliva ante el pensamiento y empezó a toser, el moreno le dio unos golpecitos juguetones en la espalda y le preguntó con tono de burla en qué estaba pensando. Cuando consiguió respirar de nuevo, el muchacho le lanzó una mirada con un aire juguetón:

—Es tu culpa.

—¿Que te ahogues también? —lo encaró Daryl escupiendo humo.

—Algún día te tendrás que hacer responsable de lo mal que me pones —sonrió.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora