EL GRAN HOTEL ALEJANDRÍA

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Invierno era la temporada alta para cualquier hotel de prestigio.

Y lo era incluso más para el tipo de hotel que era la Gran Alejandría.

Sin pensárselo dos veces, Rovia salió de la ascienda de Hilltop y presentó su solicitud de trabajo en el hotel, seguro de que les vendría bien más gente para días tan complicados, y su curriculum dejaba en claro que Rovia era el tipo de gente que querían poder tener.

Desdelos dieciocho años, al abandonar el orfanato, empezó a trabajar en retiros, hoteles y posadas, le gustaba el ambiente y la vida movida que solía respirarse, siempre acompañado por lagunas de paz, como si el caos estuviera en orden y el orden fuera un eterno caos. Había trabajado lo mismo en limpieza que en servicio al cuarto, en el bar yen las cocinas, atendiendo en recepción, en teléfonos, cargando maletas, estacionando carros, cuidando de los jardines, recervando vuelos para los visitantes y organizando juntas para los clientes de negocios. Fuera donde fuera que le necesitaran, él podía ayudar: el sueldo en verdad no le interesaba, lo hacía por el gusto y la experiencia. Le interesaba el invierno como podría haberle interesado el verano, no pretendía quedarse para siempre ni demasiado tiempo, simplemente quería la vivencia de haber estado algunos meses en El Gran Hotel Alejandría. La mujer que lo recibió, atendió y entrevistó, una siniestra y amable mujer de nombre Carol Peletier, lo contrató casi de inmediato, lo ofreció un sueldo base con posibilidad de ascenso según su desempeño y el tiempo que durase.

El Gran Hotel Alejandría era la élite de la élite, un inmenso edificio con no menos de 186 habitaciones, con penhouse y siete habitaciones suit. De estilo moderno y vanguardista, el tipo de hotel que convertía cualquier país en primer mundo, puertas que se abren solas, clima interno en cada habitación que puede acoplarse, luces tenues y elegantes, cinco salas, tres salones de juntas, tres salas de conferencia, jardines, fuentes, gimnasio, una sala de cine, guardería, guardería para mascotas, spa...Estaba en un sitio exclusivo, rodeado por ocho hectáreas de áreas verdes, por lo que había privacidad y nada de ruido citadino.

Los trabajadores vivían allí. Carol le dijo que podía traer a su familia si así lo quería y el castaño le sonrió diciendo que no tenía. La mujer no ahondó en eso, ser soltero estaba bien, bromeó y le entregó las llaves de la habitación 2 de la tercera planta,para que se mudara cuanto antes.

Jesús tampoco tenía demasiadas cosas: trabajando aquí y allá y jamás quedándose demasiado tiempo en ninguna parte, había aprendido que todo cuanto necesitaba en la vida tenía que caberle en una maleta, y fue con una maleta con lo que se mudó a la mañana siguiente luego de su entrevista.

Maggie fue la encargada de recibirlo y llevarlo a su cuarto.

Ella era la gerente y la que se encargaba de poner un poco de orden a los horarios, saber en dónde estaba todo el mundo y haciendo qué. Vivía con su esposo, Glenn, que era el chico oriental que ayudaba con las maletas, y ella estaba embarazada de cuatro meses ya.

Su dormitorio lo dejó boquiabierto, era pequeño, elegante y moderno; cama matrimonial, ambiente interior, luces cálidas en los rincones,un armario de buen tamaño, un baño perfecto, un escritorio con computadora y conexión a Internet, una ventana que miraba a la laguna artificial.

Acoplarse no fue difícil.

Toda la gente resultó ser amable, y cuando Maggie supo que le gustaban los chicos, lo presentó con Aarón (conductor de limusinas), su esposo Eric (encargado de los teléfonos) y la chica Tara (seguridad en la puerta).

Allí también estaba Sasha encargándose de las juntas, Abraham como seguridad privada, Rocita que con su belleza se encargaba de embelesar a los hombres jugando en la mesa de apuestas, Carl (el hijo del dueño del hotel) era como un alma en pena vagando por doquier y encargándose de los recados, y la chica Enid cuidaba a los niños en la guardería. Pero había más, muchos más, alrededor de una docena de meseros, otra docena de maleteros, una docena más de gente de limpieza, y otra docena de mucamas; había jardineros y conductores de vehículos privados, había mayordomos y cuidadores de perros; el tamaño del hotel convertía en una pequeña ciudad el interior de aquél sitio.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora