HUSHED

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Capítulo Único

La primera vez que lo ve es extraño. Jesús está de pie en la estación de camiones esperando que lo recoja quien sea que será su nueva familia, cuando ve al hombre allá a lo lejos sentado en solitario en una banca, fumando. Jesús había sido trasladado a una nueva casa grupal por primera vez en su vida, hasta entonces estuvo viviendo desde muy niño con la familia Peterson, un matrimonio que cuidaba a otros tres muchachos huérfanos. Este cambio fue por el bien de Paul, más o menos, dado que la familia se enteró que Paul había ido a una asesoría en su colegio porque no le gustaban las chicas, y el matrimonio declaró a Servicios Sociales no estar listos (ni dispuestos) para tratar con un chico gay en el hogar.

A Jesús lo transfieren a una Casa Hogar en un pequeño pueblo de Georgia. Por lo que ha leído es un pueblo tan pequeño que cuenta con apenas más de diez mil habitantes. La Casa Hogar de Santa Augusta está regida por una mujer de sesenta y dos años llamada Dolores y tendrá una docena de muchachos como compañía.

La idea no lo espanta, tampoco lo emociona, seriamente, no le importa.

Es noviembre y el frío en Georgia no se compara con el de Virginia. Mientras espera con su par de maletas, mira al hombre en la banca, completamente quieto y silencioso mientras fuma. Sus ojos color acero se elevan en algún momento y se clavan en el castaño. Se miran a la distancia.

El hombre se levanta al cabo de un rato y se aleja del camino internándose entre la maleza a un lado de la carretera, y Paul se sorprende de sí mismo cuando descubre que está sonriendo, tiene el pecho zumbando y sus tontos nervios de quince años, emocionados. El hombre le atrajo, puede pensarlo.

Un minuto más tarde aparece Dolores con ocho chiquillos entre ocho y doce años, y entre todos lo llevan al que será su nuevo hogar, con suerte, los siguientes tres años hasta que lo liberen del Sistema; la casa es normal, una sola planta donde hay nueve habitaciones en que se acomodan los trece niños, incluyéndolo a él; así que está compartiendo cuarto con otro chico, Marcos, de once. El niño le da la bienvenida sin demasiado interés ni problemas, y Jesús se alegra de que las camas tengan cortinas, un poco de privacidad cuando se tiene quince años siempre se aprecia. Al otro día, Dolores le lee la carta, curiosamente, es estricta y neutral. Le da igual si es «normal» o gay, nada de visitas en la casa, hay toque de queda a las siete de la noche, si no ha vuelto para entonces, se queda afuera; sin cigarrillos, sin alcohol, sin drogas, y si no le causa problemas a la anciana, ella no meterá sus narices en la vida del joven. A Jesús le parece justo.

—Ahora, a la escuela —le ordena la mujer—, dijeron que tienes un promedio alto y no quiero que bajes apenas llegando.

Son mediados de noviembre, la última semana de clases antes de las vacaciones invernales, irá al colegio sólo para dejar papeles, presentarse con sus maestros, quizá algunos alumnos, y poder empezar el siguiente curso sin tener que ser, del todo, "el chico nuevo".

Camina a la escuela, porque es un pueblo tan pequeño que la secundaria está relativamente cerca y no sabe usar el transporte todavía. Mientras camina, con sus papeles en la mano, descubre de pronto al hombre de ayer, sin importar que es demasiado temprano, y el hombre está parado en mitad de la nada, mirando el cielo en un silencio profundo.

Una vez más, a la distancia, ambos se miran. El hombre lo reconoce, porque frunce el ceño, asiente, y vuelve a perderse entre el paraje llano en lo que parece una ruta fija alejándose del pueblo; Rovia contiene sus ganas de ir allá y averiguar, podría ser una especie de asesino en serie, o podría sólo ser una especie de leñador o guardabosque.

—Grupo 409, ve a hablar con la profesora Rother —le dice la secretaria del colegio, cincuenta minutos más tarde, y Jesús obedece con la presteza de quien quiere acabar con eso pronto.

DESUS. Daryl y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora