33. Estocolmo

9 3 4
                                        


El doctor se marchó sin decir nada más. Por la noche le trajeron un plato de sopa para cenar. Él no tenía hambre, ni le gustaba la sopa, así que no la probó. Después de la cena le quitaron el gotero. Tampoco durante aquella noche pudo dormir. A la mañana siguiente le trajeron el desayuno. Un vaso de leche con galletas. El estómago le rugía tras estar toda la noche en ayunas y al final se bebió el vaso de leche de un trago y se comió las galletas después,a palo seco.

A medio día le dieron el alta. El tipo grandote que lo había estado vigilando día y noche le tiró una bolsa de deporte con ropa suya para que se vistiera porque la que había llevado puesta estaba toda llena de sangre y tuvieron que rompérsela para poder coserle las heridas que se había hecho en los brazos y piernas, al romperse el cristal delantero del coche. Por eso le costaba tanto moverlos. Le tiraban los puntos y empezaban a doler. Se miró las cicatrices, dos en el muslo derecho, una más grande en el brazo derecho y otra en el antebrazo izquierdo. Sus ojos fueron directos a la marca que le quedaba de la herida que le hicieron en verano los cuchillos de los Stenkils, cuando los atacaron a él y a Jowy en el embalse, y gracias a sus reflejos estaba vivo todavía. Y su mente volvió a quedarse vacía. Sentía un gran vacío en todo su ser. No se resignaba a perderla. Necesitaba encontrar la manera de saber algo de ella, de localizarla, de decirle que estaba vivo y que no la había olvidado. Pero no sabía por donde empezar ahora que ya no vivía allí. ¿Cómo no había previsto que aquello pasaría?¿Por qué no había caído en aquel pequeño detalle que ahora le estaba dando tantos quebraderos de cabeza? ¿Por dónde seguía buscando ahora?

De pronto su cara se encendió. El corazón se le aceleró y la sangre empezó a fluir por todo su cuerpo a gran velocidad.

¡Estaba fuera del condado!

Y por lo visto sólo iba acompañado por un tipo grandote que tenía pinta de ser más torpe que un pez fuera del agua, y con el cerebro de mosquito. Tal vez podría intentar algo antes de que lo llevara devuelta a su prisión de barrotes de oro.

Y para eso tenía que ponerse a pensar ya.

Pero...¿qué podría hacer?

Primero torearía al tipo grandote, una vez lejos de él se dirigiría al aeropuerto más cercano. Por el camino robaría en varias tienduchas,que siempre es más fácil, hasta conseguir el precio del billete de avión para España. Lo compraría en las taquillas del aeropuerto. Le daba igual a qué ciudad de España saliera el primer vuelo, ni las escalas que hiciera por el camino. Una vez en España seguiría robando, que era lo único que se le daba realmente bien, para conseguir pagarse el viaje hasta Zaragoza. El comer y el dormir no le preocupaban, pero era cuestión de tiempo que alguien intentara localizarlo y lo consiguiera, por eso su prioridad era ir a Zaragoza,y ponerse a buscar como loco el piso donde podría estar alojada Jowy. O... visitar su ex residencia para que LB, que cumpliría los 18 en agosto y por lo tanto aún viviría allí, le diera más información. El problema era que LB era un diminutivo de su nombre real. ¿Cómo se llamaba en realidad? Trataba de recordarlo, pero bueno, ya habría tiempo para eso si las cosas salían bien.

No era un plan muy bien elaborado pero le servía. En cuanto se vistió,salieron del hospital y el tipo grandote llamó a un taxi, entrando con él en el asiento trasero. Por las ventanillas miraba a su alrededor como si intentara reconocer la ciudad, pero ninguna fachada le decía nada, ningún monumento, ni ningún edificio. Suponía que estaban en Estocolmo pero en realidad le daba igual, ya preguntaría cuando se librara del ogro aquel.

Al parar en un semáforo, aprovechó la ocasión para abrir la puerta y salir corriendo a la velocidad que le permitían sus piernas adormecidas por la hospitalización. El tipo grandote, sorprendido por la brusquedad, salió también corriendo tras él, dando grandes zancadas. Girando la esquina de la primera manzana se metió en un parque y lo cruzó a su través, saltando la verja de un metro que lo delimitaba. El tipo grandote corría que se las pelaba y en las distancias largas acabaría pillándolo. Necesitaba darle esquinazo,despistarlo y dejar de correr en línea recta. Así que, en un intento de atajar, empezó a hacer parkour, saltando por encima delas cosas. Cosas saltables, claro, tipo maceteros, bancos de piedra,contenedores, barandillas o vallas, incluso pasó por encima de un deportivo plateado que estaba por allí aparcado.

ETHEL, El heredero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora