87. Lula

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A la semana despertó. Le proporcionaron los sedantes adecuados para que su reacción fuese paulatina y no volviese a sufrir otro shock. Por supuesto no podía recibir visitas hasta que no hubiesen valorado los posibles daños cerebrales, estuviera consciente del todo y puesto al día por un psicólogo especialista en casos similares.

Cuando el doctor anunció en la rueda de prensa que había despertado y no había sufrido daños cerebrales, en la puerta del hospital casi se celebró una fiesta por parte de su club de fans.

Lo que no contó el doctor fue que no recordaba nada. Ni su nombre, ni quien era, ni qué le había pasado. A la vieja Inna le informó en privado de la cuestión diciéndole que era bastante frecuente en pacientes con su mismo historial clínico y que, poco a poco,volviendo a la rutina diaria, solían ir recordando cosas hasta restablecerse por completo. Digamos que su cerebro, en un intento de protegerse de la situación extrema a la que se enfrentaba,desconectó bruscamente sin haber guardado toda la información.Desactivó algunas funciones para evitar la sobrecarga, y ahora esas funciones tenían que ser puestas en marcha de nuevo poco a poco.

Por unos instantes la vieja Inna casi se alegró de tener un nieto con el cerebro lavado. Podría contarle que era su abuela del alma, la que nunca fue, y podría inventarle una vida distinta de la que tenía ,con la esperanza de que no terminase de recordar cómo era antes y se convirtiese en su más fiel marioneta para manejarlo a su antojo.Pero para eso tenía que aislarlo del resto del mundo porque sus primas o sus amigos, entre ellos Fredrick, se encargarían de revelarle la verdad. Así que, sin decir nada a nadie sobre su estado de salud, le dijo al médico que no le permitiese recibir visitas y que en cuanto le dieran el alta ella se lo llevaría, junto con un neurólogo y un psicólogo de renombre y prestigio a una de sus islas privadas para hacerle recordar. O esa era la excusa.

Pero...no lo podría tener allí para siempre. Y al regresar a Aguas Negras alguien se encargaría de contarle la verdad y ella lo sabía. De todas maneras lo dispuso todo para llevar a cabo su plan. Quería redescubrir a su nieto, quería intentar prefabricarlo partiendo desde cero con la esperanza de que su actitud agresiva hacia ella fuera fruto de su rencor por lo que le hizo en su infancia y, al no recordar nada de esto, quizás consiguiera ponerlo de su parte o como mínimo convivir con él unos días en paz y armonía. Aún sabiendo que era un sueño con principio y final, pero necesitaba hacer el experimento.

Cuando el doctor le dio el alta y puesto que estaban en pleno verano y todos estaban de vacaciones, la vieja se lo llevó a una de sus islas privadas en las Bahamas, junto con el equipo medico necesario para atenderlo en caso de una recaída. Y empezó su lavado de cerebro.

Él no recordaba quien era ni qué pintaba allí. Sabía andar, hablar,leer, escribir, sumar, comer y todo lo demás. La única parte afectada de su memoria eran sus recuerdos. Pero sí que sabía que no le gustaba la playa, ni las ropas blancas y azulitas que le daba aquella señora mayor que decía ser su abuela y le resultaba de lo más empalagosa, además de falsa. No la conocía pero algo en su interior hacía que no le cayera bien. Le habían contado que había sufrido un shock y por eso había perdido la memoria pero no le habían dicho porqué sufrió el shock. Cuando él preguntaba siempre le daban largas o cambiaban de tema y eso lo mosqueaba. Se pensaban que por tener amnesia se había vuelto tonto de repente. Todos los días tenía que hacer ejercicio con un fisioterapeuta porque tenía los músculos dormidos y había que ir restableciéndolos poco a poco. Podía andar por sí mismo pero le costaba una barbaridad mover las piernas y que las rodillas esqueléticas lo sujetaran. Además estaba la anemia. Se había quedado canijo del todo, en los huesos vamos, era un esqueleto andante, y no tenía fuerza ni para levantar el tenedor en las comidas. Cualquier movimiento suponía un esfuerzo para él y eso le hacía sentirse un inútil. Pero el psicologo ya se encargaba de reforzar su estado de ánimo, puesto que era su trabajo.Claro que, no le dijo que era psicologo, simplemente se hacía pasar por su amigo para ver si así le daba más confianza y le abría su mente para facilitarle la tarea. No sabía lo reservado que era él con sus cosas.

La vieja Inna mientras tanto disfrutaba de su compañía. Aunque no fuese como ella esperaba porque ninguno de los dos eran la ternura en persona, pero por lo menos había un clima cordial y afectuoso entre ellos que intentaba saborear al máximo porque sabía que tarde o temprano lo recordaría todo. Sin embargo le molestaba que no terminara de confiar en ella, así, por naturaleza, sin el rencor de su infancia rondando por su cerebro. La trataba bien por educación,no por afecto. Y eso, en el fondo, le dolía.

Mientras tanto Rüdiguer progresaba más lentamente. Él no tenía una meta que alcanzar, no tenía un objetivo. Allí lo único que hacía era comer y dormir. Bueno, y hacer sus ejercicios diarios. Y se aburría como una ostra. Pero, como desconocía otro modo de vida, que era lo que quería su abuela, no les pedía más acción. Se quedaba callado y sumiso, sentado en una hamaca a la sombra todo el día, contando las olas. Y, lo que para su abuela empezó siendo un experimento con el que disfrutar, terminó siendo una tortura. Casi lo prefería más como antes. Con su rebeldía y su temperamento. Con su cerebro trabajando al cien por cien, sin parar de maquinar ideas, aunque la mayoría fuesen para fastidiarla. Verlo allí tan sumiso y tan apagado la hacían sentirse un poco triste. Y hasta ella misma se sorprendió al sentir tristeza por alguien. Le dio entonces permiso al psicólogo para ir contándole poco a poco la verdad de quien era y qué le había pasado, ya que, cuando acabase el verano y volvieran a Aguas Negras, alguien terminaría soltándoselo de golpe y podría ser peor.

El psicólogo empezó por salvarse el culo él, puesto que conocía la fama de salvaje de la que gozaba el condesito y no quería que al descubrir la verdad se liara a ostias con él en primer lugar. Así que le dijo que era un profesional, a lo que Rüdiguer ni se inmutó,como si en su fuero interno ya lo sospechase. Y luego fue hablándole del condado, de sus primas y tías, enseñándole fotos de cada una y observando su reacción. Él no las recordaba y eso le hacía sentirse peor. Pero al ver una foto panorámica de la mansión,recordó un perro; Lula, y un rebaño de ovejas. El psicólogo le dijo que sí, que eran suyos. Entonces fue como si una chispa se hubiera encendido en su cerebro de repente.

—¿Y donde están ahora? —Quiso saber.

—Allí,en la mansión de Aguas Negras —respondió el psicólogo cauto ante tanto interés repentino.

—Ya,pero... ¿Quién se ocupa de ellos? ¿Los sacan a pastorear? ¿Los alimentan bien?

—Tranquilo,están perfectamente, tú lo dejaste todo dispuesto para que no les faltara de nada. Tienen un pastor que las saca a pastorear por la parte de atrás de la casa, junto al lago, todos los días, se llama Ulrich, y es veterinario, cuida también al resto de los animales de la granja y a los caballos.

—Los caballos...Ulrich y... Novalie... la granja... el lago... el petr...—Y se mordió los labios para no continuar. Sin saber porqué algo en su cerebro le decía que lo del petróleo era top secret. Pero sí,por lo menos recordaba algo, y eso hacía que se sintiera vivo de nuevo. Había unos animalitos por allí esperando su regreso, y de pronto echó de menos a Lula, sus saltos de alegría al verlo, sus carreras por el bosque de detrás de la casa a toda velocidad esquivando los árboles ágilmente con su pelaje largo y enmarañado al viento. Pero lo que más echaba de menos eran sus abrazos. Poder estrechar al animal contra su pecho y notar su respiración acelerada y algún que otro lametón en la cara que no le gustaba demasiado pero era su forma de demostrar cariño. Quería volver cuanto antes para jugar con Lula.


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ETHEL, El heredero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora