78. Travesura.

8 3 3
                                    

Alex era bueno conduciendo, pero aquel trasto no estaba hecho para la alta competición. Era una furgoneta de carga, nada más. Sus neumáticos parecían ruedas de carretilla en comparación con los de la otra furgoneta, que los perseguía cada vez más de cerca. Aquellos tomaban las curvas como si nada, sus ruedas se agarraban al asfalto como si fueran por raíles y derrapaban sin perder estabilidad. La furgoneta de Alex en cada curva que tomaban parecía que iba a volcar. Encima,la compra iba de un lado a otro del maletero, haciendo más inestable el vehículo. No tardaron nada en colocarse justo detrás. Como no tenían nada que hacer contra aquel vehículo hecho para correr, Rüdiguer decidió atacar. Se pasó a la parte de atrás, abrió las puertas ante la sorpresa de los secuestradores y empezó a lanzarles lo primero que se le ponía a tiro. Botes de tomate, latas de conservas, tarros de mermelada.

Si hubiesen querido matarlo, aquel hubiese sido el mejor momento. Hubiese sido muy fácil sacar una pistola y dispararle directamente. Pero él sabía que lo querían vivo, porque también le podrían haber disparado en el parking y ahorrarse toda la carrerita, así que no le daba miedo exponerse ante ellos de aquella manera.

Uno de los tarros apenas hizo una pequeña grieta en el cristal. Encima seguro que tenía los cristales a prueba de balas. Pero como el tarro se rompió, toda la mermelada quedó esparcida por el parabrisas,impidiéndoles la visión. Rüdiguer buscó desesperadamente los huevos para tirárselos sabiendo que al accionar el limpiaparabrisas se batirían y formarían una capa opaca que terminaría de dejarlos ciegos, pero no hizo falta, la mermelada también era muy pringosa y no se quitaba con el agua del limpiaparabrisas.

Por fin oyeron sirenas a sus espaldas. Un par de coches patrulla habían echado tras ellos. Enseguida, la furgoneta negra, con la visibilidad reducida, se desvió por una carreterucha hacia la derecha,llevándose a uno de los coches patrulla detrás, mientras el otro continuaba tras ellos, obligándoles a parar.

Pararon en el arcén, ya habían salido del pueblo y estaban en campo abierto. Los policías bajaron apuntándoles con las armas. Ellos salieron de la furgoneta con las manos en alto, siguiendo atentamente las instrucciones de los policías. Se tumbaron en el suelo y dejaron que los registraran. Tess no paraba de llorar, Alex no dejaba de intentar explicarles a los policías lo que había pasado, a pesar deque ellos le decían que se callase. Rüdiguer estaba furioso, pero agotado por la carrerita y por el susto. Prefería no decir nada y dejarles que lo averiguaran ellos todo, que para eso les pagaban.

Les dieron los nombres y, cuando Rüdiguer les dio el suyo, los policías cruzaron unas miradas. Al parecer les sonaba de algo. Llamaron por radio a alguien y confirmaron sus identidades a través del ordenador que llevaban en el coche. Sólo después de hacer todo esto, y cuando ya les dejaron levantarse, empezaron a tomarles declaración.

No tardó mucho en llegar el comisario en persona, en un coche particular, sin llamar la atención. Los agentes enseguida le señalaron disimuladamente a Rüdiguer. Lo más fácil era que su nombre le sonara, pero no tuviera idea de cual era su cara, por eso se lo tenían que indicar los otros. El comisario se dirigió a él lo más amablemente posible pero con cara seria y amargada. Sería parte de su trabajo.

—Señor Sverker, lamento mucho lo ocurrido. Tenemos dos equipos persiguiendo al vehículo sospechoso. En cuanto sepamos algo se lo haremos saber sin demora —Parecía que le jodía tener que hablarle de usted a un chaval que aún no llegaba a los veinte años, y lo hacía desganado,como si formara parte de un protocolo—. Ahora me gustaría que nos facilitara un número de teléfono para localizarlo, por si necesitamos tomarle declaraciones complementarias, si es tan amable.

Rüdiguer dio el número de teléfono de la mansión, vamos, el del despacho de su abuela y, terminadas las declaraciones, les dejaron marchar. Lo gordo se lo encontraron al llegar a casa, donde su abuela los estaba esperando en la puerta.

ETHEL, El heredero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora