Rüdiguer es reclamado por su abuela como heredero de un condado que detesta, pues será la diana humana de los enemigos de su familia, que ya se han cargado a todos sus antecesores. Así que tratará de hacer todo lo posible, por las buenas o por las m...
Cuanto tiempo había pasado desde aquel primer verano en la mansión. Ahora se aproximaba otro verano más, y le daba la sensación de que el tiempo se le acababa, de que se había dormido en los laureles, y tendría que dejarlo todo para dedicarse en exclusiva a idear la manera de largarse de allí definitivamente, antes de que su abuela lo casara con alguna de aquellas tres niñas ricas seleccionadas.
Con las primeras gotas de lluvia bajó a comer a la cocina, como en los viejos tiempos. No le apetecía ir al comedor a soportar las miradas y los comentarios de su abuela o sus tías.
Por la tarde había quedado en la granja con Fredrik, uno de los pocos amigos ricos que tenía. Como siempre que visitaba Aguas Negras, iba primero a saludar a la condesa y a ponerles ojitos a sus nietas Sophie y Mikaela, aunque sin ninguna intención de pasar por el altar, simplemente era innato en él intentar ligarse a todo ser viviente del sexo femenino. La condesa lo tenía en gran estima por lo cumplidor que era con ella cuando venía a visitarlos, aunque sabía que no venía por verlas a ellas, sino porque había quedado con su nieto. En cierto modo también le complacía que su nieto se relacionara con gente de su misma condición en lugar de estar siempre codeándose con empleaduchos pobres y miserables de igual a igual.
Rüdiguer acudió a la sala de la TV donde solían recibirlo en las visitas informales. Sin duda su abuela y sus primas, sabedoras de su visita habrían acudido allí también para darle la brasa con sus temas ñoños que él sabía escuchar tan bien, o por lo menos les daba esa impresión.
No eran muchas las visitas que tenían y menos aún de jóvenes tan apuestos y encantadores como Fredrik, por eso sus primas, incluso las más mayores o las más pequeñas, acudían como moscas a la miel para estar un ratito con él y escucharle sus fanfarronadas de costumbre.Todas excepto Stephanie, que no lo tragaba.
—Bueno,señoras y señoritas —dijo con el tono de voz más seductor que sabía poner—. La compañía es muy grata pero ahora tengo que tratar de unos asuntos con el Sr. Conde —Y lanzó una mirada risueña y pinchona a Rüdiguer, sabedor de que detestaba que se refirieran a él en ese término. Luego se dirigió a la condesa y le besó la mano, como hacía siempre, a modo de despedida—. Señora mía, han sido un placer estos minutos en su compañía, como siempre. Espero volver pronto y ya me contareis más novedades interesantes.
—Descuida hijo —contestó la condesa muy pagada de sí misma, con una sonrisa que, en lugar de conquistar, asustaba.
Por fortuna Fredrik ya estaba acostumbrado y sabía hacerle creer que le encantaba aquella sonrisa.
—Señoritas—dijo saliendo del círculo que le habían formado, dirigiéndose ala puerta donde Rüdiguer lo esperaba con gesto cansino de tener que soportar el mismo numerito cada día que los visitaba—. Espero verlas pronto —Y, sin darles la espalda, haciendo unas cuantas reverencias moderadas, se fue alejando de ellas mientras estas le sonreían encantadoras, lanzando suspiritos que aumentaban más aún la egocentricidad del niño rico.
—¿Note cansas de hacer siempre el mismo teatrillo? —preguntó Rüdiguer una vez salió por la puerta y ellas ya no podían oírlos.
—Me encanta este numerito. Y si ellas no se cansan... ¿Por qué iba a cansarme yo? —contestó, dirigiéndose escaleras abajo—. Tu abuela tiene muchas ganas de ir de boda. Cada vez que vengo intenta engatusarme a alguna de tus primas —añadió mientras salían al patio de la torre para atravesarlo y salir de la casa por la puerta del garaje, hacia la zona que se extendía en la parte trasera.
—La culpa es tuya, por darle tanto pie —contestó Rüdiguer algo más serio de lo habitual, avanzando a paso ligero a través del pequeño bosque—. Pero tranquilo, de momento ya tiene bastante con la mía—añadió, controlando la ira.
Aunque lo peor ya había pasado, ya lo había digerido y ahora simplemente estaba tratando de trazar un plan para escaquearse.
—¿Cómo?¿La tuya? —se sorprendió Fredrik, parándose en seco y obligando a Rüdiguer a esperarlo—. Esas pequeñas arpías no me han contado nada de eso, y la vieja tampoco... Qué callado te lo tenías,¡cabrón! Bueno, y... ¿Con quién?
—A ti te lo voy a decir. ¡Ja! —exclamó Rüdiguer, haciéndose el interesante y continuando con la marcha hacia la granja, que estaba un poco apartada de la mansión para mayor comodidad de todos.
—Si temes una infiltración por mi parte, estate tranquilo porque si estaban tus primas delante cuando te lo han dicho, seguro que en cuanto hayas desaparecido habrán llamado a todos sus contactos para contárselo —comentó Fredrik, intentando seguir el paso apretado del condesito.
—Seguro—afirmó Rüdiguer, bastante irónico, entrando ya en el cobertizo.
—¿Y bien? ¿Quién es la afortunada? —insistió Fredrik, cerrando la puerta tras de sí.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Y hasta aquí puedes leer. Si realmente te interesa la historia y te gustaría saber en qué termina todo. Puedes comprar este libro en amazon, con el título:
El Salvaje; Rüdiguer en Aguas Negras
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.