43. Magnum

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Llegócorriendo, a tiempo de ver cómo se metían dentro, traspasando elpatio, por las cristaleras, hacia la torre. En el jardín habíamultitud de gente, todos trabajadores de la casa, mirando. Setuvieron que abrir paso entre ellos para poder llegar al enfermo. Élno quiso acercarse demasiado, prefirió observar desde la distancia.

Al llegar los médicos, los guardias de seguridad disolvieron elcorro, enviando a cada uno a su puesto de trabajo. Entre ellos estabaPer, el jardinero, que al salir hacia fuera, donde estaba podandounos setos, lo vio y se acercó, mirando a todas partes, comoasegurándose de que nadie lo veía hablar con él.

—¡Quéfuerte! ¡Alguien ha intentado robar en la tumba del viejo! —ledijo susurrando, al pasar por su lado, sin detenerse.

Enla escalera hacia la cripta yacía una persona que no conseguíaidentificar. Era un hombre corpulento y, por las ropas, parecía delservicio doméstico. Cuando la multitud se disolvió del todo pudoobservar a su abuela sentada en el suelo sosteniéndole la cabeza.Era Mágnum. Y no tenía buena pinta. Por el momento estabainconsciente. Los médicos la apartaron a duras penas para sacar eldesfibrilador. Se abrazó a Ingrid, sollozando, mientras el cuerpoinerte de Mágnum pegaba botes con cada descarga. Eleanor, que estabajunto a ellas, se percató de su presencia, allí medio escondido bajolos pórticos del jardín, y le lanzó una mirada acusadora.

Seacordó entonces de cómo había dejado a la momia de su abuelo. Talvez Mágnum fue a echar una ojeada y se lo encontró el primero. Perono pensaba que fuera para tanto. Si a Mágnum le había dado unataque al corazón, o de ansiedad, o lo que fuera, por ver a la momiade su abuelo saludándole y sonriéndole tan ricamente, solo podríaser por dos motivos: que fuera muy creyente o... que le temiera. Y sile temía por algo sería. Mágnum lo conoció en vida. Él sabríatantos secretos de todos los que habían pasado por allí...

Alfinal consiguieron estabilizarlo, le pusieron un gotero y lo subierona una camilla que desplegaron allí mismo en un plis plas,llevándoselo a toda prisa hacia el helicóptero, para ingresarlo enel hospital más cercano, a la espera de su evolución.

Consu abuela había un tipo de traje gris, algo desastrado, cincuentóny con una libreta en la mano en la que no paraba de anotar cada cosaque su abuela le contaba. Tenía toda la pinta de ser poli. Bajaron ala cripta. Eleanor aprovechó para ir a hablar con él.

—¡Estarásorgulloso de lo que has hecho! —dijo furiosa—. ¡No sólo hasprofanado el cadáver del abuelo, si no que has dejado al descubiertonuestro túnel! ¡Todos los esfuerzos que realizaron tus antecesoresse han ido a la mierda por tu culpa! ¡Por no pensar un poco con lacabeza y actuar tan impulsivamente! Y encima... —continuó,empezando a sollozar de ira, o de impotencia—. ¡Ahora ya nopodremos salir de aquí! ¡¡NUNCA!! —Y se alejó corriendo ylloriqueando hacia el interior de la casa para que no la vierallorar.

A él le dieron un poco igual sus lloros, sinceramente.

Suabuela, acompañada de Ingrid y el poli, salieron de la cripta atiempo de ver cómo Eleanor cerraba las cristaleras bruscamente,dirigiéndole a él una última mirada furiosa, que sirvió paradelatar su posición y que los tres clavaran sus ojos en la sombra,que observaba todo en silencio desde detrás de uno de los pilaresdel patio interior, en la que se había convertido al notar supresencia con el rabillo del ojo. No quería que le hicieranpreguntas. No sabría qué responder. Por un lado quería quitarse elpeso de encima contando la verdad, para que se descubriera de una vezlo que todos ya sabían. Pero por otro, no quería involucrar aStephy, ni a la pequeña Inna, como conocedoras del túnel. Eso haríaque su abuela desconfiara de ellas y les negara los pocos privilegiosde los que gozaran. Pero Eleanor se lo tenía merecido. Así quesalió de la sombra para dejarse ver.

—¿Porqué sospecho que tú tienes algo que ver con todo esto? —le dijosu abuela fríamente, desde la distancia—. ¿Quién te ha abiertola puerta?

—¿Quéle ha pasado a Mágnum? —preguntó él, sin acercarse tampoco.

—¡Quémanía de contestar con otra pregunta! Limítate a responder —leordenó su abuela chillándole.

—¡Yoya sé lo que ha pasado! Si tu no lo sabes, averígualo, ya que tantote gusta jugar a los acertijos —contestó, pegando media vuelta ycaminando hacia las cristaleras para volver fuera y ponerse cuantoantes a intentar reunir su rebaño ahora que el helicóptero ya sehabía ido.

Sospechabaque Mágnum, que siempre hace una última ronda por la casa era elque había puesto la piedra tapando el túnel cuando él estabadentro. Lo que no sabía era si lo hizo por perfeccionista, o porquealguien le había dado el chivatazo y querían cargárselo. Encualquier caso, el susto que se había dado se lo tenía merecido,aunque tal vez se hubiera pasado. Pero él no lo planeó, las cosassucedieron solas y en eso se excusaba para no tener remordimientos.

Antesde que saliera fuera, dos guardias de seguridad lo retuvieron de losbrazos.

—¡Soltadme!¡Yo no he hecho nada! —gritó, forcejeando.

—Tenemosórdenes de llevarlo a la sala de audiencias —le dijo uno de losseguratas, fríamente.

—Puessé ir yo solo, ¿vale? —dijo, calmándose.

Losseguratas se miraron entre sí antes de soltarlo, muy pococonvencidos, pero dispuestos a acompañarlo para que no fuera aningún otro lugar.

Antesde meterse en el ascensor observó cómo su abuela, Ingrid y el politambién se dirigían hacia allí, y el poli llevaba un walki.Seguramente él los habría avisado. Ya empezaba a pensar quécontarles y a quien afectaría.

 Ya empezaba a pensar quécontarles y a quien afectaría

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ETHEL, El heredero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora