106. LB?

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Tuvieronque sobornar al taxista para que los dejara subir hechos una sopacomo iban.

Por el camino, Nikke le contó que la chica del coro, quese llamaba Esther, le había dado el número de teléfono de unacompañera de trabajo de El Corte Inglés que, casualmente, estudió enel instituto con Jowy y la conocía más que ella. 

Le tendió unbillete de autobús urbano donde Esther le había apuntado a boli elnúmero en cuestión, con su letra redondita y generosa. Era unteléfono fijo porque lo encabezaba el prefijo de Zaragoza y debajodel número había escrito el nombre de la chica: Alicia.

¿Alicia?¿Alicia podría ser Allison? ¿Allison Beatriz? ¿LB? ¿Seescondería LB detrás de aquel nombre?

Peroera demasiado tarde para llamarla. Y, aunque la llamara, yefectivamente fuese LB, seguro que tendría instrucciones de no darpistas sobre Jowy. Tendría que usar aquel número de otra manera.

Encuanto llegaron al hotel le pidieron al tipo de guardia en recepciónuna guía telefónica. Si aquel número era de LB necesitaba verla yhablar con ella. Otra opción sería presentarse en El Corte Inglésy buscarla, pero como allí trabajaban a turnos había muchasposibilidades de que no estuviera. Lo más seguro era localizar sucasa. La guía de Zaragoza era más gorda que el Quijote. Además,muchos usuarios no quieren que su nombre figure en la guía. LBpodría ser una de ellas si todavía estaba metida también en lamisma mafia que Jowy. Pero ella era diferente, siempre le gustaba darla nota, hacerse ver, destacar, que todo el mundo la conociera.Rüdiguer albergaba la esperanza de que no hubiese cambiado con elpaso del tiempo.

Sesubieron la guía a la habitación tras sobornar generosamente altipo de recepción, y allí la partieron en dos para poder buscar máscómodamente. No tenían más datos que un número, por lo cual latarea iba para rato. La guía estaba ordenada alfabéticamente porcalles y números, en lugar de apellidos, pero les daba igual, elnúmero en cuestión terminaba en 83 y era eso en lo que se fijaban.Deslizaban la vista a lo largo de las listas buscando un 83 final, ycuando lo encontraban comprobaban que el resto de los númeroscoincidieran.

Nikketerminó durmiéndose sobre la guía, apoyado sobre la mesa de centroque había en el salón, entre los dos sofás. Se les había hechomuy tarde y estaban cansados, pero Rüdiguer no podría dormir aunquelo intentase, y siguió buscando, dejándose los ojos en aquellosnumeritos infinitos procurando no saltarse ninguno para no tener quevolver a empezar, necesitaba estar seguro al cien por cien de que noestaba en la guía, sin margen de error.

Estabaamaneciendo ya cuando Rüdiguer terminó de examinar su trozo de guíasin éxito. Nikke se había acomodado mejor, se había tumbado en elsofá todo lo largo que era, así que él continuó buscando en eltrozo de guía de su compañero. A las ocho pidió el desayuno comohacía todos los días desde que estaban allí. Salió a la terraza amirar al horizonte para descansar la vista y tomar el fresco de lamañana. El sol se abría paso entre las nubes que ya no eran tanamenazadoras. Los pájaros cantaban y la ciudad se extendía ante susojos inmensa, llena de calles, de números, de locales de copas, desitios de comida rápida, de institutos y facultades, llena depersonas, entre las cuales se encontraba la única a la que queríaver cara a cara, saber qué había sido de su vida y qué pensabahacer con el resto del tiempo que le quedaba por vivir. Y aún lequedaba más de la mitad de aquel trozo de guía. Sin perder mástiempo volvió a la faena.

—¡Lotengo! ¡Lo tengo! —se puso a gritar eufórico cuando por fin todoslos números siguientes al 83 empezando por el final coincidieron.

¡Existía!En la calle Santa Teresa de Jesús, número 20, a nombre de un talPedreguer, E. El nombre no le decía nada, pero seguramente sería elpropietario del piso y LB estuviera de alquiler, como todos suscompañeros. Tenían que ponerse en marcha cuanto antes. Nikke lomiraba atontado todavía por el sobresalto, situándose, sentándoseen el sofá, contemplando como Rüdiguer devoraba como un muerto dehambre las magdalenas que había subido la chica del servicio dehabitaciones junto con el cola-cao humeante, con una sonrisa triunfalde oreja a oreja y los ojos brillantes de emoción, aunque rojos yojerosos por la falta de sueño.

ETHEL, El heredero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora