Un par de días después se encontró a sus primas Stephy e Inna por las escaleras, mientras bajaba dispuesto a pegarse su carrera matutina. Llevaban un centro de flores discretito. Pero parecían tristes y no se atrevió a preguntar. Sin embargo Inna se lo dijo.Iban a la cripta, a llevar flores a la tumba de su padre porque era su cumpleaños, si estuviera vivo cumpliría cuarenta y siete. Él todavía no había visto la cripta. Era algo que a nadie le gustaba enseñar. Y se apuntó con ellas, aunque se saltara sus ejercicios por un día.
La cripta estaba en la torre, bajo la bodega, en el sótano. Se accedía a ella desde el jardín interior, por una escalerita que conducía a una reja que había al pié de la torre. Le pareció demasiado humillante que su abuela tuviera el despacho encima. Como pisoteando a sus muertos.
Bajaron un par de peldaños más de piedra negra como el fondo del lago. A pesar de que habían instalado luz eléctrica no se veía un carajo allí dentro y era porque todo estaba forrado de pizarra. El olor a humedad que emanaba no hacía muy agradables las visitas.Seguramente habría filtraciones de agua del lago porque estaba por debajo de su nivel. No era el mejor lugar para dejar descansar en paz a sus seres queridos cuando dejan de vivir. No le gustó que estuvieran allí.
La cripta era grande. Al final de las escaleritas se abría una sala amplia. Un altar ocupaba el centro de la estancia. En las paredes estaban incrustadas las tumbas, agrupadas por familias. Enfrente estaba la de su abuelo, Lars, bajo la de su bisabuelo y su tatarabuelo, que fue el que inauguró aquella cripta. Él no lo conoció. Las tumbas estaban colocadas en oquedades esculpidas en la pared, donde habían metido una urna de piedra con una enorme losa encima, bajo la que descansaría el ataúd con el cuerpo de cada uno.El de aquellos tres seguramente estaría ya hecho polvo.
A su derecha estaba su tío Mathías, arriba del todo. Si viviera apenas tendría cincuenta y un años. A esas edades aún se pueden hacer muchas cosas. Bajo él descansaba el cuerpo de su primo Olof, que murió con veinte años, y más abajo el de Sandor, que llegó hasta los dieciocho solamente.
A la izquierda descansaba el padre de Stephy e Inna, Zlatan, el cumpleañero. Ellas colocaron el centro de flores, subiéndose a una escalera, junto a la placa donde habían esculpido su nombre y fecha de nacimiento y de muerte. Y empezaron a cantarle cumpleaños feliz en murmullos, como si estuvieran rezando. Rüdiguer las miraba desde atrás, como si no quisiera molestar.
Bajo Zlatan estaba la tumba más reciente. La de Gustav. Se notaba la piedra nueva y blanca todavía, aún no se había ennegrecido por la humedad.
Junto a estos yacía Göran, el marido de Ingrid, y las dos tumbas de abajo estaban vacías. ¿Una de aquellas sería para él? No quiso pensarlo.
El cumpleaños feliz cada vez iba peor. Empezaron serenas pero, conforme avanzaban, sus voces se quebraban con facilidad, se sorbían la moquita con frecuencia y al final no pudieron reprimir los sollozos.
Se sentía de más allí y retrocedió lentamente y en silencio para dejarles un poco de intimidad junto a la tumba de su padre, pero de pronto, al girar la cara hacia su derecha para dar la vuelta y subirlas escaleras, vio el nombre de su madre escrito en una de aquella surnas.
¡Su madre estaba allí! Y era la única mujer. Su madre no eligió estar allí, a ella no le hubiese gustado que la enterraran allí. Le dolió saber que, aún después de muerta, seguía prisionera de aquella casa del terror. Su madre era libre, o por lo menos luchó por serlo cuando vivía. Recordó los tiempos de infancia, en el campamento, al aire libre, sin ataduras, sin obligaciones. Recordó la imagen de su madre sentada junto al río, cuyos cabellos rubios y ligeros se balanceaban al son del viento, iluminados por los reflejos del sol en el agua corriente. Fue su imagen de la felicidad y la paz durante muchos años. Su madre lo miró en aquel instante y lo invitó a acercarse con el brazo extendido. Él se acercó y ella lo abrazó primero, para sentarlo en su regazo después y ponerse a tirar palitos al agua juntos. Sin necesidad de decir nada. Se estremeció al recordar el contacto cálido del cuerpo de su madre. Los ojos se le llenaron de lágrimas y el corazón se le encogió. Su madre seguía prisionera eternamente allí abajo. Le pareció lo más humillante que se pudiera hacer con alguien. Levantó la vista y pudo distinguir, entre las lágrimas, la tumba de su padre. Él tampoco quería vivir en aquella casa. Ambos estaban allí juntos, pero contra su voluntad. Y él no iba a permitir que aquello fuera para siempre. Alargó las manos para tocar las tumbas. La piedra estaba fría y áspera. La ira se apoderó de su cuerpo e involuntariamente pegó un puñetazo contra la losa, haciéndose un daño terrible en los nudillos, pero apenas era nada comparado con el dolor que sentía por dentro.

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ETHEL, El heredero.
Fiksi RemajaRüdiguer es reclamado por su abuela como heredero de un condado que detesta, pues será la diana humana de los enemigos de su familia, que ya se han cargado a todos sus antecesores. Así que tratará de hacer todo lo posible, por las buenas o por las m...